Por Juan Bolívar Díaz
El desbordado optimismo que muestra el presidente Leonel Fernández ante la crisis económica internacional y sus posibles incidencias en el país sólo tiene explicación en su negativa a adoptar un ajuste fiscal que todos los sectores económicos y sociales vienen demandando.
Esa actitud implica un grave riesgo, pero de aceptar la realidad no se podría justificar el festival de designaciones de altos cargos que se ha extendido por cinco semanas ni el extenso programa de obras públicas que anunció en su discurso de juramentación del pasado 16 de agosto, ni la prioridad de una reforma constitucional.
No hay manera de entender que la República Dominicana esté blindada ante la crisis de la economía de Estados Unidos que pone en jaque hasta los demás países desarrollados cuando esta nación depende de la inversión extranjera, del turismo, las exportaciones y las remesas del exterior.
Sorprendente optimismo. Era comprensible que en plena campaña por su reelección el presidente Leonel Fernández sostuviera que el país está blindado frente al desbordamiento del precio del petróleo y los alimentos y lo que entonces eran temores de una crisis financiera de Estados Unidos con repercusiones internacionales, pero pocos entienden el optimismo que desbordó esta semana mientras el gobierno norteamericano se declaraba en emergencia.
Contradiciendo los discursos del presidente George Bush, las previsiones de los gobiernos de las naciones desarrolladas y de los expertos internacionales, el mandatario dominicano llegó a sostener que «lo peor del huracán financiero está pasando» añadiendo que no ve cómo la crisis internacional podría perjudicar el país.
Es relevante que Fernández formulara esos planteamientos ante representantes de la revista The Economist y en la ciudad de Nueva York en momentos en que el gobierno de Estados Unidos luchaba por convencer al Congreso para que autorizara US$700 mil millones, adicionales a los 300 mil ya invertidos, para enfrentar lo que todo el mundo señala como la peor crisis financiera en 79 años.
El mismo día que el país conocía los pronunciamientos del líder dominicano, el presidente Bush pronunciaba un discurso afirmando que «estamos en medio de una grave crisis financiera» y advirtiendo que se enfrentan a una «larga y dolorosa recesión», y convocaba a los principales candidatos presidenciales a la Casa Blanca para discutir con ellos la situación, mientras el aspirante republicano a sucederle suspendía su campaña electoral aduciendo la necesidad de concentrarse en la búsqueda de soluciones.
En naciones desarrolladas como Gran Bretaña, Alemania, Italia, Francia y España los gobiernos vienen adoptando previsiones para reducir los efectos de la crisis financiera de Estados Unidos. Hace dos semanas el presidente español José Luis Rodríguez Zapatero fue zarandeado por la oposición en el Congreso, que lo acusa de no enfrentar la situación, pese a que allí, como en toda la Unión Europea, se adoptan reales políticas de austeridad.
Funcionarios de organismos internacionales, funcionarios gubernamentales y analistas financieros convienen en advertir sobre serios riesgos internacionales.
El ministro de Economía de Alemania y el premio Nóbel de Economía Joseph Stiglitz entienden que la crisis está aún en sus inicios, vaticinando una fuerte desaceleración económica.
Dependencia nacional. La crisis financiera norteamericana podrá ser contenida, pero en la generalidad de los análisis internacionales se advierte que los efectos de la misma abarcarán por lo menos el próximo año, y más allá del desbordado optimismo no hay manera de prever que no se reflejen en la economía nacional, ya afectada por desequilibrios fiscales y el intercambio comercial. Para este año ya se prevé que las exportaciones de ferroníquel caerán a la mitad de los 1,100 millones de dólares a que ascendieron en el 2007.
Entre los analistas económicos dominicanos es generalizado el consenso de que la crisis internacional afectará al país en términos que obligarán a una rigurosa austeridad en el desbordado gasto gubernamental que en el primer semestre creció sobre el 33 por ciento en relación al mismo período del año pasado.
No es nada nuevo el criterio de que la economía nacional depende en grado extremo de la norteamericana y la europea. Turismo y zonas francas fueron afectados por última vez tras los acontecimientos terroristas que sacudieron a Estados Unidos en el 2001. Ya en julio pasado se registró una reducción del flujo turístico y el presidente de la Asociación de Remesadores, Freddy Ortiz, advirtió un reflujo del monto de las remesas que envían los residentes en el exterior, en su mayoría desde Estados Unidos. Los informes revelan un incremento del 2.5 por ciento este año del desempleo entre los latinos residentes en territorio norteamericano.
En el actual escenario internacional también se pueden esperar mayores dificultades para las inversiones en planes como una segunda línea del Metro capitalino y un tren Haina-Santiago basado en concesiones. Baste recordar que, en mejores perspectivas, hace tres años se iniciaron las gestiones para las concesiones para dos mega plantas eléctricas de carbón y todavía no ha aparecido el primer dólar para iniciarlas.
Aliento del petróleo
El presidente Fernández ha apostado a una reducción del precio del petróleo y se vio alentado cuando cayó alrededor de 90 dólares el barril, que él había vaticinado cuando sobrepasaba los 140 dólares. Pero la alegría duró poco y el hidrocarburo ha vuelto a cotizarse entre 100 y 120 dólares con saltos estrepitosos que confirman fuertes niveles de especulación e incertidumbres en los mercados.
Pero aún a 90 dólares el petróleo seguiría penalizando la economía nacional, lo que advirtió el mismo mandatario en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas el miércoles, cuando señaló que la factura petrolera del país pasó de 1,667 a 6,500 millones de dólares entres el 2004 y este año.
Es cierto que eso no impidió que la economía nacional siguiera creciendo, pero acumulando un déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos que los economistas vaticinan que podría alcanzar los 4 mil millones de dólares este mismo año.
En lo que tiene razón el presidente Fernández es en su reiterada queja sobre la especulación que caracteriza el mercado del petróleo, que en última instancia no es novedoso, sobre todo en las últimas décadas cuando las desregulaciones y el libre comercio se han impuesto en el mundo.
También fue válida su queja sobre el incumplimiento de los países desarrollados de su compromiso de aportar el 0.7 por ciento de su producto bruto para ayudar a las metas del milenio acordadas en el foro de las Naciones Unidas. Esa falta de solidaridad tampoco es nueva, puesto que apenas un puñado de naciones cumplieron compromisos similares adoptados en los años setenta en las conferencias de las Naciones Unidas para el Desarrollo (UNCTAD).
Tiempo al tiempo
El relevante optimismo del presidente Leonel Fernández expresa su decisión de «darle tiempo al tiempo» en una peligrosa apuesta política que podría resultar costosa para el país, al proseguir un nivel de gasto que incrementa los desequilibrios económicos, mientras se genera una inflación de dos dígitos llamada a aumentar las tensiones sociales y a repercutir sobre las empresas y el empleo.
Si el gobierno reconoce los peligros que acechan sería mucho más difícil justificar el festival de designaciones de altos cargos durante las últimas cinco semanas y la negligencia en ejecutar los planes de austeridad enunciados en el discurso presidencial del 17 de julio.
También sería más difícil evadir, como hasta ahora, las recomendaciones de muy diversos sectores empresariales y de los economistas de un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que ayude a contener el gasto público e infunda confianza en el mantenimiento del equilibrio macroeconómico.
En un escenario de reconocimiento de las repercusiones de la crisis económica internacional y de los desequilibrios nacionales también sería menos justificable embarcar el país ahora en un debate constitucional con proyecciones de elevar las crispaciones políticas. Y con un proyecto de Constitución que permitiría llevar los diputados hasta 250 y crear nuevas instancias burocráticas, al menos en la justicia.
En el telón de fondo de este solitario optimismo del presidente Fernández, quien ha iniciado su tercer período de gobierno aumentando el clientelismo en contradicción con la opinión general, se advierten nuevamente el peso del presidencialismo y las debilidades institucionales que impiden subordinar la ambición política de los gobernantes al interés supremo de la nación.