El Gobierno del PRD sometido a prueba electoral

Por Juan Bolívar Díaz

            Las elecciones congresionales y municipales del próximo día 16 serán una medición de la aceptación del gobierno del presidente Hipólito Mejía y el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) que en los últimos cuatro torneos electorales ha registrado una votación por encima del 46 por ciento.

            Ni las encuestas conocidas ni los observadores políticos atribuyen al PRD la posibilidad de repetir las barridas de los anteriores comicios legislativos y municipales y de las presidenciales, cuando consiguió la mitad de los sufragios, aunque se estima que mantendrá mayoría en ambas cámaras legislativas y en los ayuntamientos.

            Más bien se considera que el partido blanco sufrirá una merma considerable en su votación, a causa del desgaste en el gobierno, de la conflictiva gestión legislativa y el pobre desempeño en la mayoría de los municipios, así como de la ruptura con viejos principios y con los partidos que fueron aliados desde 1994.

Impresionante record

            El record electoral del PRD en las últimas 4 votaciones, como en la mayoría de los torneos en que ha participado, es verdaderamente impresionante, justificando el crédito general de partido mayoritario y el más consistente en la historia de las elecciones libres en el país.

            El perredeísmo registra al menos la mitad de los votos en las elecciones de 1963, en 1978 y en las de 1998. En las del 2000, le faltaron 4 mil 178 votos (0.13 por ciento) para completar la mayoría absoluta. En 1982 ganó las presidenciales con el 47 por ciento.

            En las anteriores elecciones congresionales y municipales, hace 4 años, el PRD con siete partidos aliados logró el 51.4 por ciento de los sufragios válidos, lo que le aseguró 24 de los 30 senadores, más de la mitad de los diputados y 95 de las 115 sindicaturas.

            En 22 de las 30 provincias obtuvo más del 45 por ciento de los votos y más del 50 en 14 de ellas. En las presidenciales del 2000 consiguió más del 45 por ciento en 23 provincias y sobre el 50 en 12 de ellas, computando más votos que los otros dos partidos mayoritarios juntos.

            Esos números son importantes para medir las posibilidades perredeístas mientras los otros dos partidos fuertes mantienen votaciones alrededor del 25 por ciento en el 2000 y en la mayoría de las encuestas realizadas posteriormente.

            En la segunda vuelta de las presidenciales de 1996, cuando los partidos de la Liberación Dominicana y Reformista Social Cristiano concurrieron aliados, pudieron derrotar al perredeísmo, pero por el estrecho margen de 51 a 49 por ciento.

            En el análisis de su récord es que se han fundado las tácticas perredeístas para impedir una nueva alianza de sus contrincantes y promover la concurrencia por separado a los últimos tres comicios, incluyendo los de este mes.

            Ellos cuentan con una disminución de su caudal de votos, pero no suficiente para sufrir un descalabro, ya que ninguno de los otros dos partidos grandes ha predominado en las simpatías o intenciones de votos registrados por las encuestas a nivel nacional. Y ahora además con una amplia participación de candidaturas de partidos emergentes y minoritarios, que en muchas circunscripciones pueden sacar cientos de votos suficientes para restar posibilidades a los grandes de la oposición.

Una fuerte diferencia

            En contra de las expectativas perredeístas opera esta vez una fuerte diferencia ya que su mejor récord se registró desde la oposición. Referencias al respecto podrían ser las votaciones del 47 y del 39 por ciento cuando estuvieron en el poder en los comicios de 1982 y 1986.

            El ejercicio del gobierno desgasta a la generalidad de los partidos, sobre todo en países con tanta deuda social acumulada, y todavía más en los partidos populistas que despiertan grandes expectativas en la mayoría que vive bajo niveles de pobreza, imposibles de satisfacer en el corto plazo.

            A su vez las prácticas populistas, que en el PRD son notables, especialmente en el abultamiento del gasto corriente en aras del clientelismo político, producen alejamientos en los sectores medios y medios altos en capacidad de un voto más crítico, sobre todo cuando se trata de elecciones legislativos y municipales.

            Gobernando en un período de recesión económica internacional, que apenas está cediendo, con altísimos precios del petróleo y graves conflictos internacionales que afectan el turismo, el PRD ha avanzado muy poco en el cumplimiento de sus programas sociales, lo que se deberá reflejar en las urnas en alguna proporción.

            El voto más crítico podría serle altamente renuente por la gestión legislativa, caracterizada por un excesivo endeudamiento y por una interminable amenaza de reformas constitucionales al márgen del resto de la sociedad política y civil.

La prepotencia que han mostrado gran parte de los senadores y diputados perredeistas y de los dirigentes del partido es tal que todavía esta semana uno de ellos, vocero del grupo que sigue los lineamientos del presidente Hipólito Mejía se dio el lujo de volver a amenazar con una refrorma constitucional partidista tan pronto pasen los comicios.

Obviamente que el secretario de Agricultura, Eligio Jáquez, subestimó el efecto negativo que tan excluyente planteamiento podría tener en los sectores más críticos del electorado. Lo mismo el presidente del Senado, Andrés Bautista, y otros de sus colegas que se apresutaron a apoyar el planteamiento.

Tanto el presidente Hipólito Mejía, como la vicepresidenta Milagros Ortiz Bosch y el presidente del PRD, Hatuey de Camps, se apresuraron a desautorizarlo, estimándolo imprudente, pero el daño pudo haber sido hecho.

Otro factor llamado a reducir la votación perredeísta es el pobre desempeño logrado en muchos municipios, especialmente en el Distrito Nacional donde la percepción generalizada es de fracaso.

Nuevos “comesolos”

La ruptura del Acuerdo de Santo Domingo, que en las cinco últimas elecciones sumó al PRD los votos de otros 7 partidos, es otro factor que apunta contra las expectativas perredeístas de repetir una barrida electoral.

Esas alianzas no han sido tan significativas en la historia electoral dominicana, caracterizada por una gran concentración del voto. En 1998 los 7 aliados aportaron al partido blanco sólo 50 mil 723 sufragios, equivalentes al 2.5 por ciento del total de los votos válidos. En el 2000 ascendieron a 160 mil 687, para un 5.3 por ciento. Pero las alianzas fortalecen la imagen y vocación a la concertación y al “gobierno compartido” que atraen electores y se constituyen en un mecanismo subconsciente de sumatoria.

La misma forma en que el PRD dio por rota su coalición, al final del período de registro, sin previo aviso, causó decepciones. Y al preferir candidatos propios en algunas provincias claves como Puerto Plata y Hato Mayor, podría resultarle perjudicial. En La Vega la concentración partidista sacrificó a una destacada figura provincial, Cuqui Medrano, que sumaba votos extra-partidarios.

La imagen que ha proyectado en muchos caso el PRD es que ni todos los puestos del gobierno y sus instituciones descentralizadas, más el 83 por ciento de los ayuntamientos y la mayoría del congreso son suficientes para satisfacer a sus propios cuadros, en una nueva exprisión del “comesolismo”, mote que dañó considerablemente al Partido de la Liberación Dominicana, cuando ejerció el poder.

En beneficio del partido en el poder podría obrar la mejor distribución de las inversiones públicas, más descentralizadas que en el pasado, ya que miles de pequeñas obras, como escuelas, carreteras, camios vecinales y pavimentación de calles de pueblos y barrios, son apreciadas por la comunidad.

Una pobre campaña

            En numerosas circunscripciones la oposición ha presentado mejores candidatos, lo que pondrá a prueba el sistema electoral. Hay quienes creen que todavía el voto partidario prevelecerá por encima de las individualidades. Pero en algunas circunscripciones con mayor peso de las clases medias podrían producirse sorpresas.

            El ejemplo más significativo podría encontrarse en el Distrito Nacional y en la nueva provincia de Santo Domingo, donde las encuestas presentan las preferencias muy distantes de los porcentajes del pasado reciente. En el DN obtuvo en 1998 el 62.5 por ciento de los sufragios, con la doctora Milagros Ortiz Bosch de candidata a senadora.

            Debe reconocérsele al PRD y al presidente Hipólito Mejía un uso más discreto de los recursos del poder en la actual campaña electoral. El exceso en que incurrieron los peledeistas cuando estaban en el poder no dio los resultados que se esperaban, cuando el presidente Leonel Fernández recorrió casi todas los municipios en abierta campaña proselitista, junto a los candidatos de su partido.

            Pero ha llamado la atención la escasa presencia de los candidatos perredeístas en los medios de comunicación, especialmente en la televisión, en parte determinado por la decisión de ese partido de rehuir los debates. Pero aún en las presentaciones individuales han estado por debajo de los opositores.

            La campaña perredeísta ha apelado nuevamente a la figura y el legado de su desaparecido líder José Francisco Peña Gómez, cuya eficiencia en estas elecciones congresionales y municipales está en cuestionamiento.

            Sobre todo por el hecho de que el partido blanco parece alejado del “gobierno compartido” que predicaba Peña Gómez y muchos legisladores y dirigentes han renegado de las reformas en que su líder cifraba el avance de la democracia dominicana, incluyendo la no reelección presidencial, el voto preferencial y la inamovilidad de los jueces.

En numerosos círculos políticos y entre los observadores ha habido burlas sobre el uso de la figura de Peña Gómez por elementos políticos que lo utilizaron hasta el día de su muerte, probablemente adelantada por el estrés de las ambiciones desmesuradas de sus propios compañeros.-