El continuismo balaguerista es irrepetible en esta época

 Por Juan Bolívar Díaz

Hay quienes sueñan vanamente con repetir las manipulaciones e imposiciones que caracterizaron las reelecciones de Balaguer                                          

            Se encaminan a un choque con la realidad quienes pretenden que a estas alturas de la evolución social dominicana y continental es posible repetir el continuismo balaguerista ignorando que están ausentes la mayoría de los factores en que se fundamentó y que ahora rige una fuerte preocupación por las formalidades democráticas.

            Lo primero que es irrepetible es la figura misma del doctor Joaquín Balaguer, erigida en el profundo atraso político y social de los principios del siglo pasado, fortalecida al amparo de una tiranía de 31 años y sostenida por la guerra fría y el pánico norteamericano que generó la intervención militar de 1965.

Una diferencia fundamental es que ahora rige el requisito de más de la mitad de los votos para ser electo Presidente de la República, proporción de la que siempre quedó lejos Joaquín Balaguer, pese a la manipulación electoral y al amplio respaldo que en su primera etapa tuvo de los poderes fácticos.

Planteamiento perverso

            El retoño del reeleccionismo en la política dominicana crea tantos entusiasmos y cegueras políticas que es frecuente encontrar adictos que recuerdan las imposiciones balagueristas, pretendiendo que el usufructo del poder es suficiente para repetirlas en las actuales circunstancias nacionales y regionales.

            Reconocen que la coyuntura resulta muy adversa para una reelección del presidente Hipólito Mejía, pero consideran que podrán superarla repitiendo las manipulaciones de sectores militares y autoridades electorales y comprando políticos, comunicadores y electores.

            Lo primero que es irrepetible es Joaquín Balaguer, tanto por sus propias habilidades, como por los cambios operados en la sociedad dominicana y en el contexto internacional. El caudillo reformista no se auto-erigió de un año para otro el pedestal desde el que impuso su dominio sobre la sociedad dominicana.

El fue “la parte razonable” de la tiranía trujillista. Se creó una atmósfera de hombre sin ambiciones, sensible e inofensivo, logrando engañar hasta al tirano Rafael Leonidas Trujillo, que lo entrenó en todos los cargos ministeriales y lo llevó a la vicepresidencia y luego a la presidencia de la nación.

            Sin embargo, el liderazgo creado en los factores de poder de la época no fue suficiente para que Balaguer mantuviera el poder, como quedó evidente en enero de 1962 cuando tuvo que exiliarse en la Nunciatura Apostólica.

            Hubo de mediar una guerra civil y una intervención militar norteamericana para que aquel dirigente e intelectual de la tiranía pudiera volver al país y beneficiarse de ese inmenso apoyo, así como del de los sectores conservadores que magnificaron el peligro que para ellos representó la revolución constitucionalista.

            Los poderes fácticos nacionales -empresariado, militares, eclesiásticos- y la dominación norteamericana compartieron o toleraron las groseras manipulaciones políticas y económicas del reeleccionismo porque en aquellos años de la guerra fría la democracia estaba subordinada por completo a la seguridad. Y Balaguer fue un maestro en la exageración del peligro comunista.

               Aunque esos y otros factores fueron muy favorables al continuismo balaguerista, nadie debe ignorar las propias capacidades del caudillo de Navarrete. Su elegancia en la lisonja aún frente a sus contrincantes, la rigurosa administración de la palabra y el silencio y su inmensa falta de escrúpulos para el tráfico y la compra de conciencia y para valerse de los peores malechores sin dejar huellas comprometedoras, fueron de los factores en que se fundó su larga dominación política.

Otro escenario nacional

            El escenario político-social dominicano de esta época es bien distinto al de 1970 y aún al de 1994. No hay ahora un líder nacional en posibilidad de comprometer las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional en una política de imposición electoral. Atrás quedaron aquellos años en que los jefes militares y policiales se declaraban abiertamente partidarios del continuismo y se comprometían en acciones impropias de sus funciones.

Menos aún está en capacidad el presidente Mejía de unificar al empresariado y los jerarcas eclesiásticos en torno a su proyecto. Baste señalar que varias instituciones empresariales, incluído el Consejo Nacional de la Empresa Privada, se comprometieron recientemente en una coalición, junto a decenas de entidades sociales de diversos sectores, a luchar por unas elecciones presidenciales libres y transparentes el próximo año, algo impensable en los años del dominio balaguerista.

Los pronunciamientos de las iglesias, especialmente de la jerarquía católica, distan mucho de poder ser considerados como de apoyo a una manipulación electoral para la prolongación de un gobierno.

Tampoco había en los años del balaguerismo una sociedad civil organizada para luchar por el fortalecimiento de la institucionalidad democrática, con conexiones y respaldo internacional.

               La sociedad civil, incluídos los empresarios y las iglesias, fue de los factores que enfrentaron la última manipulación continuista del doctor Balaguer, obligándolo a pactar la reducción del período de gobierno y la reforma constitucional que prohibió la reelección presidencial en 1994.

            Tampoco enfrentó Balaguer al comienzo de su carrera reeleccionista una diversidad de medios de comunicación como la existente actualmente, en su mayoría partidario de la vigencia de las reglas de la elección democrática.

            Los continuistas de ahora podrán tener influencia en el arbitraje electoral, pero ya no es posible volver a convertir el padrón electoral en un documento secreto fácilmente manipulable. Ahora es de dominio público a través del internet y con características de difícil vulneración, como la inclusión de la fotografía.

La carta democrática

            El otro factor de poder indiscutible en el país en los años del continuismo balaguerista fue Estados Unidos, cuya política exterior de las últimas tres décadas ha estado comprometida en la promoción de la democracia.

            Si bien los republicanos nunca han aparecido tan comprometidos como los demócratas en el respaldo a la vigencia de la transparencia electoral en la región, tampoco han dado la mínima señal que permita pensar que se harían de la vista gorda frente a una imposición.

            Por demás, tanto Estados Unidos como la Organización de Estados Americanos están comprometidos en los principios contenidos en la Carta Democrática proclamada en Lima el 11 de septiembre del 2001 que declara ilegítimo cualquier gobierno que no salga de la expresión transparente de la voluntad popular.

            Numerosas instituciones internacionales, incluyendo agencias de las Naciones Unidas, la OEA y la Unión Europea ya han comenzado a interesarse por la observación del próximo proceso electoral dominicano, conscientes de los riesgos que implica el intento reeleccionista en la tradición nacional y latinoamericana.           

            Es absolutamente impensable que la comunidad internacional pasaría por alto en esta época una reelección al estilo de las de 1970 y 74, cuando se obligó a la oposición a la abstención mediante la represión y la manipulación. Tampoco existe como en aquellos años una parte de la oposición estigmatizando la participación en los procesos electorales.

La mitad de los votos

            El continuismo balaguerista no habría resultado tan exitoso de haber existido entonces el requisito constitucional de la mitad más uno de los votos para elegir al Presidente de la República. En 1990 Balaguer retuvo el poder con apenas el 35 por ciento de los sufragios contados. En 1994 con el 43 por ciento. En 1986 había ganado con el 41 por ciento. En las tres ocasiones le hubiese resultado difícil pasar sobre el 50 por ciento en una segunda vuelta.

            La capacidad de manipulación del doctor Balaguer comenzaba en su propio partido, donde no tuvo contrincantes internos, excepto en 1970, cuando el desprendimeinto de su vicepresidente Francisco Augusto Lora, pero le resultó fácil reelegirse sin la participación del partido mayoritario de la oposición, el Revolucionario Dominicano.

            Ahora el primer obstáculo que tiene que vencer el continuismo es el que representan 7 precandidatos, incluyendo a la vicepresidenta de la nación y al presidente del partido de gobierno, aferrados a un principio antirreeleccionista que data de 64 años.

            Pero el factor más decisivo podría ser la crisis financiera por la que atravieza la nación, que ha determinado una devaluación del cien por ciento y un proceso inflacionario y recesivo aún lejos de ser vencido. Esta semana el Banco Central había colocado más del 80 por ciento de los últimos certificados de inversión por 10 mil millones de pesos con el objetivo de reducir la tasa cambiaria, sin lograr que retrocediera siquiera mínimamente.

            Sólo en 1990 Balaguer buscó continuar en el poder en circunstancias económicas muy adversas, pero no tanto como ahora cuando el gobierno se ha visto obligado a buscar un acuerdo de vigilancia con el Fondo Monetario Internacional. Tal vez por eso esa vez registró la más baja votación de su carrera política. El desbordamiento ocurrió tan pronto pasaron los comicios, con una inflación del 100 por ciento y gran desabastecimiento.

            La crisis económica actual no luce en perspectivas de auspiciar una votación ni remotamente cercana al 50 por ciento a favor del continuismo. Las posibilidades de desbordar el gasto público son remotas dentro del acuerdo con el FMI, que estaría sujeto a permanente vigilancia y a evaluaciones cada dos meses. Y de producirse disparará aún más la devaluación e inflación, con todas sus consecuencias de pérdida de apoyo.

            Por más vueltas que le den, no se ve la mínima posibilidad de repetir en la actual coyuntura nacional e internacional el continuismo al estilo balaguerista. Ahora habría que ganar con unos votos que las encuestas no están preanunciando.-