Desesperanza y desconfianza alientan la crisis financiera

Por Juan Bolívar Díaz

Para combatir el trauma Baninter se requieren decisiones económica y políticas que devuelvan la confianza en el gobierno y las instituciones

             Todos los análisis sobre la crisis financiera nacional, que en la última semana tuvo connotaciones catastróficas, indican la urgencia de decisiones políticas y económicas que disipen la desconfianza y la desesperanza que afecta a gran parte de la sociedad dominicana.

            Al mismo tiempo se requieren acciones que recuperen siquiera parcialmente la confianza en las instituciones nacionales, en la banca y en el gobierno, contra lo cual conspiran los conflictos políticos y los esfuerzos por abrir paso a la reelección presidencial en circunstancias sumamente desfavorables.

            Sin un mínimo de coherencia y concertación y un rápido acuerdo con los organismos de financiamiento internacional, luce difícil que puedan evitarse costos aún mayores para la sociedad del que ya ha venido pagando a consecuencia de la catastrófica quiebra del Banco Intercontinental (Baninter).

Una semana devastadora

            La semana que concluye no pudo ser más devastadora para la estabilidad económica nacional, dejando una estela de pesadumbre que urge ser disipada para cotener el creciente deterioro financiero y moral.

            Muchos no lo creían pero en la mañana del viernes el peso alcanzó un nivel de deterioro que nade se hubiese atrevido a vaticinar, cuando se cotizó a casi 38 por dólar, ante la estupefacción y el desconcierto de las autoridades monetarias.

            De paso el síndrome Baninter se reprodujo esta semana arrasando con el Banco Nacional de Crédito (Bancrédito), víctima de masivos retiros incentivados por los rumores y la desconfianza sembradas en las instituciones bancarias y en la capacidad de las autoridades para afrontar el deterioro financiero.

            Fuentes bien informadas indican que el banco sufrió en pocos días retiros por el equivalente de 150 millones de dólares, en esa moneda y en peso. El Banco Central tuvo que insuflarle 3 mil millones de pesos en adelantos y redescuentos para mantenerlo en pie hasta que se produjo el rescate de León Jiménes y su Banco Profesional, pendiente de ejecutar para la próxima semana.

            Una cosa estaba clara para todos los analistas, y es que muchas personas e instituciones andaban desesperadas, dispuestas a pagar cualquier tasa de cambio por divisas extranjeras, metidas en pánico hasta niveles de irracionalidad.

            La desconfianza impulsaba a muchos a requerir sus ahorros en pesos para salvarlos de eventuales quiebras y una parte de los mismos eran convertidos a dólares. Los rumores sobre eventuales restricciones que no han sido consideradas por las autoridades, impulsaban a otros a requerir ahorros en dólares para enviarlos físicamente al exterior.

            El drama ha sido tal que algunos bancos incluso tuvieron que comprar dólares para responder a los requerimientos de sus ahorrantes, temerosos de que no dar una respuesta positiva inmediata pudiera generar desconfianza y rumores que impulsaran un arrasante remolino.

            Por suerte para todos uno de los grupos económicos más prestigiosos del país, y con suficiente solvencia económica y moral, concertó rápidamente la compra del Bancrédito, lo que evitó consecuencias peores ante un remolino que degeneraba ya en tornado y amenazaba arrasar la institución, lo que en las actuales circunstancias habría abonado el ambiente de desconfianza y desesperanza.

            De lo que se trata es de que la tasa cambiaria sobrepasó el cien por ciento de devaluación a partir de septiembre pasado, justamente cuando comenzó la catástrofe del Baninter. Y las consecuencas inflacionarias se sienten cada vez más, doblegando el ánimo de quienes hacen conciencia del nivel de degradación que registra la capacidad adquisitiva de todos los que dependen de ingresos fijos.

La política compay

            Y mientras la devaluación y la inflación cabalgaban montados sobre el potro salvaje de los descalabros bancarios, los conflictos políticos proseguían, sembrando mayor desconfianza en el futuro inmediato del país.

            La crisis de la Junta Central Electoral (JCE) estalló en todo su esplendor entre el presidente del organismo y los demás jueces que la integran, con acusaciones y contraacusaciones públicas, generando incertidumbres sobre la suerte de los comicios presidenciales a efectuarse dentro de 11 meses.

            Baste indicar que el presidente del tribunal electoral acusó a sus colegas hasta de actividades del orden criminal y solicitó públicamente la intervención de organismos internacionales, como las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos.

            Desde luego a muchos no pasaba desapercibido que el conflicto en la JCE es consecuencia directa del desenfado con que la mayoría senatorial oficialista, impulsada por el grupo que hegemoniza y hasta sustituye el partido de gobierno, integró el organismo en septiembre del año pasado, justo también en los momentos en que se gestaba la crisis financiera.

           El conflicto que divide al Partido Reformista Social Cristiano prosiguió también pese al dictamen del tribunal electoral que reconoció la proclamación de Eduardo Estrella como su candidato presiodencial.

            Pero el diferendo entre los colorados no tiene la capacidad del que afecta al gobernante Partido Revolucionario Dominicano (PRD) para acuentar las incertidumbres y la desconfianza. A mitad de semana nada menos que el presidente del perredeísmo, licenciado Hatuey de Camps, expresó en la televisión los niveles del encono y el enfrentamiento generados por el rumbo reeleccionista que tomó el presidente Hipólito Mejía en contradicción con la doctrina y la tradición de ese partido y con sus repetidas promesas.

            De camps no sólo proclamó que Mejía no será candidato por el PRD, sino que tampoco ganaría la elección de mayo próximo, a menos que no sea mediante maniobras fraudulentas.

            La semana había iniciado con la primera manifestación reeleccionista organizada en la capital de la nación por el grupo del presidente Mejía, el PPH, el domingo 15, donde no sólo se desafió a los contradictores internos, sino también al principal partido de oposición y a su casi seguro candidato presidencial, el expresidente Leonel Fernández.

            Incluyó el miércoles la arbitaria detención del periodista Marino Zapete por el organismo oficial de investigaciones, lo que acabó de magnificar sus denuncias sobre uso de recursos públicos en el entorno de una residencia que construye el agrónomo Mejía en Jarabacoa. El balance político no superó mucho el económico.

Negociaciones con el FMI

Si algo dejó claro la semana recién transcurrida es que las autoridades económicas y políticas se convencieron de que no iban a conseguir un solo dólar de los organismos financieros internacionales sin que medie un acuerdo y la aceptación de condicionalidades por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Atrás quedaron las ilusiones de los que viajaron a Washington hace dos semanas con la ilusuión de que el apoyo al guerrerismo del presidente George Bush era suficiente para abrir las arcas del tesoro norteamericano.

Llegó la misión del FMI y comenzaron las negociaciones. El gobernador del Banco Central, José Lois Malkún, y el secretario Técnico de la Presidencia, Carlos Despradel, al frente de los negociadores dominicanos, han dicho tajantemente que no hay alternativa, lo que fue aceptado públicamente en el fin de semana por el presidente Mejía.

Ambos concordaron públicamente en que los técnicos del FMI reconocen que los indicadores macroeconómicos dominicanos siguen siendo sanos, aunque la economía sufre el síndrome de la quiebra del Baninter y la desesperanza y desconfianza que ha generado su descomunal dimensión.

Despreadel, en una entrevista por Teleantillas, y luego Malkún en conversación con directores de medios de comunicación, explicaron que las condiciones básicas del FMI para acceder a un acuerdo de vigilancia que canalice unos mil millones de dólares se concentran en disciplina fiscal. También se ha dicho que en un saneamiento del sistrema financiero y en absoluta transparencia en el manejo de los aspectos judiciales y de recuperacion de los activos del Baninter.

Implicaría elevación de algunas tasas, no impuestos que requieran aprobación congresional. Se ha citado cobro por servicios bancarios, aumento de las placas de los vehículos y de los impuestos de salida del país. Malkún descartó que se estuviera discutiendo elevar los impuestos a los combustibles o el Itebis, como han denunciado algunos políticos.

Los negociadores dominicanos esperan que en la semana que comience se pueda anunciar un acuerdo con el FMI como forma de canalizar los recursos de esta institución, del Banco Interamericano de Desarrollo y del Banco Mundial para tapar parte del hueco dejado por la quiebra de Baninter y devolver la vida al sarandeado peso dominicano.

Urge conjurar la crisis

Al caer la semana las autoridades del Banco Central estaban abrumadas por el peso del pánico y esperanzados en que tan solo el anuncio de un pronto acuerdo con el FMI contendrá el deterioro y obligará a revocar una parte del desbordamiento de la tasa cambiaria. Los desembolsos y otras medidas económicas contribuirían en la misma dirección.

Pero en todos los agentes económicos, y lo expresan con reservas los del sector privado como algunos del público, existe la convicción de que la recuperación de la confianza pasa también por decisiones políticas importantes. Se estima que el país está urgido de solucionar algunos conflictos, como el de la JCE y el Partido Reformista, y aplazar otros, sino pueden ser liquidados, como el del PRD.

La situación se torna más delicada cuando se toca el tema del proceso reeleeccionista en marcha, porque casi nadie quiere abordarlo, aunque se reconoce que es crucial, pues no sólo repercute en los disturbios intraperredeístas, sino que acentúa las incertidumbres sobre si el gobierno tendrá la capacidad para realizar el esfuerzo de recuperación que demanda la situación económica.

Es que el historial del reeleccionismo choca frontalmente con toda posibilidad de austeridad y disciplina fiscal. Y peor aún si se parte de unos niveles tan precarios de popularidad como los que las últimas encuestas arrojaron al gobierno, al presidente y su partido.

Definitivamente: proyecto reeleccionista, debilidad y crisis de la JCE, guerra declarada en el partido de gobierno, división en el PRSC y confrontación con el PRD no cuadran con las medidas urgentes para disipar la desesperanza y devolver la confianza en el futuro inmediato de la nación. Peor aún cuando ni el principal candidato de la oposición se ha escapado del escándalo Baninter, lo que reduce la puerta de escape de la ilusión por la alternativa de poder.-