Al primer año del gobierno de Hipólito Mejía

Por Juan Bolívar Díaz

            Pocos observadores o analistas capaces de evaluación más o menos objetiva deben haberse sentido sorprendidos por los resultados arrojados por las encuestas publicadas esta semana por dos de los principales diarios nacionales.

            La creciente impopularidad del gobierno era advertida desde semanas atrás, motorizada por la recesión económica, la crisis energética, la magnificación de la delincuencia, la vertiginosa carrera de endeudamiento externo de corto plazo y el desenfado con que el Presidente Hipólito Mejía reparte boches a diestra y siniestra.

            Consumado el golpe de las encuestas, el primer mandatario debería asimilarlo con la calmada actitud que lo hicieron varios de sus colaboradores y dirigentes de su partido, y remover la mata gubernamental, al mismo tiempo que trazar nuevas políticas para relanzar su gobierno, que apenas llega la próxima semana a su primer año.

Dura realidad

            El gobierno tampoco debería mostrar sorpresa con los resultados de las encuestas publicadas por Hoy y El Siglo en el curso de la semana, pues se supone que realiza sus propios sondeos de opinión pública, a menos que se estén auto engañando.

            Desde luego, a los gobernantes, especialmente a los presidentes dominicanos, no se les comunica ni remotamente la realidad cuando es adversa. Y se supone que mucho menos a uno como Hipólito Mejía que ha devenido en ultra sensitivo y respondón en términos inéditos hasta en su propia carrera pública.

            Una cosa es la franqueza y la espontaneidad, apreciadas como virtudes por gran parte de los dominicanos y dominicanas, y que ayudaron a Mejía a llegar al poder, y otra esa actitud de reprender con poca elegancia la disensión o la disparidad de criterios, en lo que no ha perdonado ni siquiera a técnicos extranjeros.

            Las altas tasas de desaprobación registradas en la encuesta de Hamilton para Hoy y de Penn, Schoen and Berland para El Siglo, realizadas entre el 21 y el 30 de julio pasado, generan preocupación en diversos sectores, sobre todo cuando se piensa que el régimen apenas llega a su primer año.

            Hamilton-Hoy ha registrado que el 57 por ciento de la población considera que el gobierno es malo o muy malo, el 58 por ciento estima que el país marcha mal y un 65 por ciento que estará igual o peor para el próximo año. Tres de cada cuatro encuestados percibe que hay corrupción gubernamental y sólo el trabajo en las áreas de educación, transporte urbano y desarrollo agropecuario obtiene aprobación de la mayoría.

            La investigación de Penn registra un 53 por ciento de insatisfacción, con un 47 por ciento de satisfechos con la gestión del presidente Mejía, con aprobación mayoritaria para educación, salud, política y recogida de la basura. La misma firma había registrado un balance más positivo en febrero, cuando los satisfechos eran 65 por ciento y sólo 34 los insatisfechos.

            Aunque el balance del primer año del gobierno luce devastador, no es inusitado. Hoy ha recordado que su encuesta de septiembre de 1997, cuando el gobierno de Leonel Fernández llevaba poquito más de un año, el 69 por ciento entendía que el país marchaba mal, es decir 11 puntos por encima del registro de ahora.

            Aunque el gobierno anterior recibió un legado de mayor estabilidad macroeconómica y con un escenario internacional más favorable, sin la recesión que afecta hoy hasta a las naciones más desarrolladas. Como mayor desventaja tenía su escasa representación congresional y en los gobiernos municipales y menor apoyo político propio.

            Desde luego, debe tomarse en cuenta que un año después, su principal opositor, el PRD, barrió en los comicios congresionales y municipales, al ganar en 95 de lo 115 municipios, consiguiendo 24 de los 30 senadores y más de la mitad de los diputados. El gobierno de Fernández no logró reponerse y en el 2000 fue liquidado en la primera vuelta.

Logros y deficiencias

            En términos objetivos, y contradiciendo su nivel de impopularidad, el mayor logro del gobierno de Mejía parece haber sido el manejo de la economía, en una situación tan desfavorable como la determinada por un petróleo promediando sobre 28 dólares el barril, con una herencia de 7 mil millones de pesos en déficit y alto endeudamiento interno.

            Si a ello se le suma la recesión internacional y la devaluación del euro, con fuertes repercusiones en los ejes de la economía nacional (turismo, remesa y zonas francas), habría que convenir en que haber reajustado la economía sin apelar al Fondo Monetario Internacional, es de por sí un gran logro.

            Pese a todos esos factores adversos, el peso casi no se ha devaluado, la inflación ha estado bajo control (con 3 por ciento en los primeros 7 meses de este año), las reservas monetarias han aumentado y se registra una considerable reducción de las tasas de intereses.

            Es cierto que el crecimiento se ha reducido prácticamente a cero, pero ha sido el costo de los adversos factores internacionales, de las inaplazables reformas fiscales ejecutadas a partir de enero y de una política de fiscal responsable.

            Ese cuadro tan desfavorable, con pesados subsidios (también heredados) a la energía eléctrica y el gas propano, y el aumento salarial a los empleados públicos explican que el gobierno no haya dispuesto de suficientes recursos para la inversión y las compensaciones sociales.

            Pero entre sus deficiencias resalta el no haber implementado el “paquetazo social” prometido con bombos y platillos y el haber aumentado el gasto de personal, reduciendo aún más el porcentaje del ingreso fiscal que se consume en gasto corriente.

            Una de las mayores frustraciones sembradas por el gobierno de Hipólito Mejía consiste en no haber cumplido sus compromisos de transparencia, manteniendo el grado a grado en las asignaciones de obras y en las compras.

            Sus calificaciones se reducen al mínimo en materia del desproporcionado endeudamiento externo de corto plazo, en gran parte con créditos de la banca comercial internacional, atado a suministros y obras sin concurso y mediadas por comisiones muy poco transparentes.

            Los logros en la producción agropecuaria son notables, al punto de que la población no resiente significativamente el costo de la vida, lo mismo que en educación, protección del medio ambiente y otros renglones, pero sin lograr reducir la enorme deuda social del Estado ni responder a las expectativas desatadas..

            El inicio de las reformas en el ámbito fiscal y de la seguridad social y la aprobación de la ley general de salud y la ley de electricidad, amparadas en la mayoría congresional, y una mayor apertura a la participación de las instituciones sociales son otros puntos luminosos del primer año del régimen perredeista.

Aun hay tiempo

            Aunque luce viejo, el gobierno tiene todavía tiempo suficiente para levantarse y mejorar sus promedios de eficiencia y aceptación. Pero ello demanda un cambio de curso significativo que comienza por la imagen del mismo presidente Mejía.

            Hace tiempo se había advertido que el crédito del mandatario no resistía su permanente exposición a las preguntas de los reporteros, su sistemática espontaneidad y sus salidas destempladas frente a toda disensión. También que su protagonismo inhibe a sus ministros y les impide asumir responsabilidades públicas.

            Así mismo, se le ha criticado, casi desde su comienzo, la ausencia de políticas efectivas de comunicación, para proyectar mejor sus logros y sobre todo las limitaciones que impone el contexto internacional y la herencia recibida, así como para enfrentar las tendencias pesimistas y el sensacionalismo que magnifican el auge de la delincuencia.

            El primero que tiene que relanzarse es el propio presidente Hipólito Mejía, apelando a un discurso más elaborado y grandilocuente, reduciendo la espontaneidad y los boches, llamando a vencer el pesimismo y la desconfianza.

            Muchos creen que Hipólito Mejía es incapaz de utilizar tales recursos, propios de la planificación política. Incluso se generaliza el criterio de que el poder lo ha ensoberbecido y hecho impermeable al trabajo de equipo. Se dice que escucha poco y habla mucho, a menudo de lo que él mismo llamaría “pendejadas”.

            Algunos cambios importantes en su equipo de gobierno estarían llamados a superar incertidumbres y renovar esperanzas. Pero se cree que el “guapo de Gurabo” ha devenido en un complaciente pagador de deudas con “los que se fajaron en la campaña para llevarlo al poder”.

            Si formaliza algunos cambios fundamentales en su gabinete, da firmes señales de intolerancia con la corrupción y la falta de transparencia, reduce sus excesivos viajes al exterior, contiene sus ímpetus contestatarios con algunas señales de humildad y limita definitivamente el endeudamiento externo, la imagen presidencial se recuperará positivamente.

            Tiene por delante la posibilidad de mejorar el suministro de electricidad, con la próxima entrada de otros 600 megavatios de energía, y la renegociación de los contratos con los generadores, y de aumentar considerablemente la inversión con los préstamos contratados y los bonos aprobados.

            Con el aumento de la inversión estatal se debería producir una considerable reactivación de la economía. Y si aumenta la confianza la inversión privada está llamada a incrementarse, dado que las tasas de intereses siguen en baja, lo que a su vez elevarían las recaudaciones fiscales.

            Si a todo ello se suma una reducción de la recesión internacional, el gobierno de Mejía y el PRD tendría todavía muchas posibilidades de repuntar para beneficio de la nación. De lo contrario, los tres años que le faltan serían demasiado tiempo y cuesta arriba.

            Falta mucho para el out 27, pero quien tiene el turno al bate es Hipólito Mejía, cuyo liderazgo está en juego en el día a día, como se dice en el argot beisbolístico.-