Angel Miolán: un gran precursor

Por Juan Bolívar Díaz
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Con la partida de Angel Miolán al caer esta semana desaparece el último de la legión de líderes políticos que encarnaron las luchas contra la tiranía de Trujillo muy joven dentro del país y luego desde el exilio, y que sembraron la semilla de la  democracia dominicana en la primavera democrática de 1961.

Don Angel Miolán como todos los seres humanos tuvo virtudes y debilidades, aciertos y errores, pero la balanza se inclina grandemente a su favor y hay que reconocerlo como un gran precursor, no sólo de la libertad y la democracia, sino muy especialmente del desarrollo turístico dominicano.

 Fruto de sus andanzas por un largo exilio de 27 años, desde que retornó al lar nativo en 1961 estuvo convencido de las potencialidades turísticas del país, abogando por el desarrollo de esa industria. Director de Turismo en los finales de los sesenta y principios de los 70, estableció las bases para lo que hoy es una de las actividades productivas fundamentales. Todavía resuenan las burlas cuando impulsaba la celebración del Festival del Merengue y le preguntaban “y los turistas dónde están”, para responder: “en la mente de Miolán”.

Pero por más relevante que fuera su promoción del turismo, a don Angel habrá que recordarlo principalmente como un político de cuerpo entero y tiempo completo. Baste recordar que contaba apenas dos décadas de haber nacido en 1912 en Dajabón, cuando llegó a Santiago y se involucró en los primeros movimientos de resistencia a la incipiente tiranía de Trujillo. Tras una conspiración en 1934 tuvo que huir a Haití y de ahí al exilio que lo llevó a Cuba, México, Venezuela y Costa Rica.

Junto a Juan Bosch, Juan Isidro Jiménez Grullón, Cotubanamá Henríquez y Nicolás Silfa, le correspondió fundar en La Habana en 1939 el Partido Revolucionario Dominicano, la más duradera de las instituciones políticas nacionales que sería un instrumento fundamental en las luchas por la libertad y la democracia.

Cuando tras el ajusticiamiento de Trujillo en 1961 se discutió en el exilio si desafiaban a sus familiares y seguidores que pretendían mantener el régimen, Miolán fue de los que no dudó y se puso al frente de aquella comisión que llegó al país 35 días después. Ese mismo día cayeron las cortinas oscurantistas que dramáticamente  habían desgarrado durante un año los bravos del Movimiento Popular Dominicano encabezados por don Máximo López Molina.

Angel Miolán no sólo era un hombre valiente, sino un político inteligente, graduado en las fraguas de aquellas décadas de luchas contra las tiranías que azolaban la región, un gran estratega y organizador que se movió en el filo de la navaja de los remanentes del trujillismo sin darle oportunidad a que aplastaran la alborada democrática, siendo objeto de incomprensiones y sospechas porque dejaba a otros las actitudes radicales.

Todos los que tuvimos la oportunidad de verlo de cerca en aquellos días, lo recordamos sereno y confiado, insuflando optimismo, como buen maestro que fue, enseñando a cultivar el árbol de la libertad, descubriendo y promoviendo nuevos líderes.

Luego Don Angel tuvo sus vaivenes políticos, como casi todos los de su generación, en una democracia aún hoy adolescente, pero fue miembro distinguido de una generación de líderes que cultivaban la honestidad, que se adscribían a corrientes ideológicas, que apostaban al devenir de una nación mejor organizada y con justicia social.

De recia estirpe fue sindicalista y periodista, senador, diplomático y sirvió al Estado durante muchos años, hasta morir casi en la pobreza, sin nunca haber acumulado riquezas, que no las pretendió.

Su vida frugal y ordenada le premió con casi 98 años sin perder la lucidez. Hace sólo tres años fue ofendido cuando le regatearon una modesta pensión que le aprobó la Cámara de Diputados, con sobrados méritos por haber desempeñado múltiples y altos cargos públicos durante más de 30 años, cuando se han otorgado centenares por montos muy superiores a personas que nunca fueron servidores públicos, incluyendo a personas ricas y muchos que no la necesitan.

¡Salve don Angel Miolán! Precursor de libertades y del turismo nacional, que siempre conservó la humildad, la honestidad y la fraternidad, cuya memoria nos permite reivindicar la política, esa actividad tan vituperada en nuestros tiempos.

Aquellos tiempos del liceo nocturno

Por Juan Bolívar Díaz
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Nunca había sentido tanta nostalgia por aquellos años en que recibíamos la educación secundaria en el Liceo Eugenio María de Hostos, que entonces era el único que en Santo Domingo ofrecía una alternativa a los muchachos y jóvenes pobres para que siguieran el proceso educativo en las noches, ya que las precariedades familiares los obligaban a trabajar durante el día.

Ignoro si en Santiago o en alguna otra ciudad ya los trabajadores tenían derecho a completar la formación secundaria, pero aquí en la calle Juan Isidro Pérez, entre Duarte y Hostos, donde durante el día operaba el Liceo Intermedio Argentina, seguía la fiesta educativa de 6 a 10 de la noche. Y éramos más de medio centenar los privilegiados que disfrutábamos de aquella oportunidad. La mayoría bajábamos  de “la parte alta” de la ciudad, caminando a pies desde el barrio “Mejoramiento Social”, a veces con mi hermano Arismendi, pero casi siempre con mi inolvidable enllave Ismael Cotes Morales.

Por el rendimiento que han tenido muchos de sus alumnos en la sociedad no parece que la educación del Hostos fuera deficiente. En realidad rendían las cuatro horas y parece que los matriculados eran conscientes de que tenían que fajarse para igualarse con los de los liceos diurnos que impartían entre cinco y seis horas diarias.

Pero es que además teníamos un cuerpo profesoral de primera categoría, donde resaltaban Ivelisse Prats Ramírez (de las más críticas, a pesar de su padre) Darío Solano y Juanita Gómez, José del Carmen Ramírez, Octavio Ramírez Duval, Dolores Jiménez, Francisco Méndez, Delfina Pérez, Guarín Pérez, Pedro Flores, Trigo Fondeur, José Calasanz, Villalona  y José Miguel Vendrel, entre otros.

Corrían los finales de los cincuenta y el país era sacudido por la masiva inmolación de los héroes de Maimón, Estero Hondo y Constanza,  la cual repercutió en nuestro liceo a pesar de que hasta militares y policías eran parte del alumnado. Desde antes de la gesta corrían en los pasillos y aulas referencias libertarias como las de Hostos, José Ingenieros, Pablo Neruda y hasta Miguel Hernández diciéndonos desde su apresurada tumba que para la libertad sangro, lucho y pervivo.

La fiebre antitrujillista que se incubaba en el liceo se convirtió en festival cuando a mediados de 1960 los López Molina y un puñado de intrépidos se atrevieron a montar el local, con altoparlantes incluidos, del Movimiento Popular Dominicano al lado del Cine Max en la Duarte, con el Jefe vivito y coleando. Aquella provocación estaba a sólo cuatro cuadras del liceo, hasta donde a veces llegaban los gritos de “1961: año de la libertad o de la muerte”.

Nunca la Librería De la Rosa, en la acera de enfrente del MPD, había tenido tanta clientela. Gastábamos tiempo “hojeando” libros, como recurso para disimular el frenesí con que recibíamos los mensajes libertarios. Llegamos a sabernos de memoria los títulos y el orden de los libros de aquel templo difusor de sabiduría.

Algunos de nuestros profesores fueron de los primeros que dieron pasos al frente y el liceo hizo aportes a las luchas libertarias de aquel glorioso 1961. Aunque, lo recordamos con tristeza, tuvimos el destape del profesor Jerez Cruz, quien impactó en la muchachada cuando apareció entre los dirigentes del MPD para luego causar tremenda decepción cuando se supo que había sido un infiltrado calié trujillista.

Las memorias del Hostos revolotean en mi cabeza desde que escuché recientemente que se contempla cerrar los liceos nocturnos porque sólo logran impartir un promedio de hora y media de docencia por día, a causa de los apagones. Entre las alternativas se baraja que comiencen en las tardes o hacerlos semi presenciales sábado y domingo.

De alguna manera hay que salvar la educación nocturna que hoy se imparte en 183 locales de todo el país, con 197 mil 885 alumnos, según las estadísticas del Ministerio de Educación, aunque tengamos que comprar una planta eléctrica para cada uno. ¡Oh Dos! Más de medio siglo después que anotamos tantas carreras en el inolvidable liceo nocturno Eugenio María de Hostos y en pleno gobierno de la postmodernidad, de la sociedad del  conocimiento y de la superación de la brecha digital. Definitivamente “hoy me habitan distancias y caminos.”