Cómo poner en crisis la crisis

Por Juan Bolívar Díaz
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Algunos quedaron impactados con el planteamiento de que hay que poner en crisis la crisis, lo que en definitiva quiere decir que nos enfrentemos decididamente con el pesimismo que la alientan, convencidos de que hay más belleza que fealdad y más generosidad que maldad en todos los ámbitos humanos.

Hay que reconocer y agradecer las expresiones de aliento a esta consigna del 2010, particularmente las que provienen de jóvenes que están tratando de retomar las banderas de lucha, de resistir y combatir los factores que generan pesimismo, que es a ellos a quienes corresponde en primer lugar, porque son los portadores de nuevas energías, los renovadores de sueños, aquellos a los que no pueden pesar las utopías que en todas las épocas han empujado la rueda del progreso y la superación.

No faltan quienes se reafirman en el inmovilismo y la frustración, señalando el terrible nivel de violencia con que ha comenzado el año, que en el feriado de año nuevo congestionó a Patología Forense con 27 cadáveres. Que dos docenas de personas fueron muertas violentamente, y otras tantas en accidentes de tránsito. Que un juez de paz asesinó a un vecino que le recriminaba por maltratar a una mujer, que otro mató a una mujer de un balazo en un ojo porque le pedía dejar de disparar al aire, que un despechado lanzó al mar un niño de tres años porque la madre no le quería, que vimos los dos primeros feminicidios del año y los primeros muertos en intercambios de disparos, que un desequilibrado mató a tres personas, que otras tres fueron ejecutadas.

También pudimos ver que fue incautado el primer cargamento de drogas del año, 92 kilos de cocaína hallados bajo la cama de un simple pescador en Verón, mientras nuevas revelaciones del escándalo Figueroa Agosto magnifican el nivel de penetración del narcotráfico en los organismos de seguridad del Estado.

Pero ese negativo inicio de la segunda década del siglo, en vez de paralizar y desalentar debería más bien ser un incentivo para combatir, para convencer a los indiferentes de que hay que tender un muro de contención y empezar a revocar el deterioro. No hay excusa válida, todo el que esté preocupado por el deterioro tiene que determinar en qué puede contribuir a revertirlo.

Primero hay que hacer como la cristalina y linda jovencita Crystal Fiallo Scanlon, quien ha publicado sus diez sueños para el 2010, comenzando “porque hagamos esquina a la transparencia”, que los partidos devuelvan la cabeza a sus miembros para que generen ideas revolucionarias y recuerden su electorado, caminar por las calles sin miedo y hasta sueña “que todos despertemos”.

En segundo lugar tenemos que abandonar la actitud de simples quejas en las reuniones sociales, creyendo que con eso nos inmunizamos y remediamos el país. Es mejor aprovechar los encuentros para discutir lo que podemos hacer, cómo crear los instrumentos organizativos necesarios o a cuáles de los existentes debemos respaldar activamente.

Tercero, inundar los ambientes de propuestas sin importar su exitosa viabilidad ni la receptividad que tengan, porque de lo que se trata es de un aguacero de ideas que barra con gran parte de la inmundicia que nos rodea. Es decir encender siquiera una velita para iluminar la oscuridad que nos atenaza.

Cuarto, atender los llamados a movilización, para que no sean sólo unos pocos cientos o miles los que manifiesten su rebeldía ante la corrupción o reclamen transparencia y derechos de ciudadanía. Hay que crear las condiciones para que decenas de miles salgan a las calles a gritar basta ya y así meterle miedo a los abusadores que creen que sólo unos “ilusos iluminados” están inconformes con sus desmanes.

Quinto, que abandonemos el discurso de “yo ya no leo periódicos ni veo noticiarios por sanidad mental”. Esconder la cabeza como el avestruz es la peor inversión. Es que la sanidad social reclama que nos informemos de lo que pasa y que nos indignemos.

Hay muchas formas más de poner en crisis la crisis, como cumplir con las normas sociales y las leyes y no cerrar los ojos ante las violaciones sistemáticas. Hay que rechazarlas y militar en su restauración. Lo mismo que renovar los sueños de justicia social, de mejor distribución del ingreso y sobre todo de solidaridad humana y social.