Propuesta al liderazgo nacional dominicano

Al presidente de la República, a los legisladores y líderes políticos, a las jerarquías religiosas, a las organizaciones sociales, especialmente a las de mujeres, y a los forjadores de la opinión pública 

Como buen observador del acontecer dominicano que pretendo ser,  deseo proponer una fórmula que permita superar  el empantanamiento en que se encuentra el proyecto de Código Penal que se discute desde hace muchos años, a causa de las diferencias sobre la procedencia de despenalizar la interrupción del aborto en tres causales o circunstancias excepcionales.

            La propuesta está motivada en la necesidad de que el liderazgo nacional ofrezca una demostración de capacidad de concertación y transacción, en un asunto que a fin de cuentas no conlleva ninguna obligación, ni imposición o contribución para persona alguna, y que se ha establecido en más del 90 por ciento de las naciones.

Es sabido de todos que el Gobierno está obligado, legal y operacionalmente, a promover un pacto fiscal que contenga el camino a la insostenibilidad financiera en que se encuentra el país desde hace varios años, agravado por los enormes gastos que ha conllevado la pandemia del Covid-19 y sus consecuencias económico-sociales.

El presidente LuisAbinader acaba de anunciar la convocatoria a buscar consenso para ese pacto fiscal y para otras reformas, inclusive constitucionales, que requiere la nación.

Si no podemos lograr acuerdo en algo que no impone nada a nadie, hay razones para temer que mucho menos lo alcanzaremos en materias que como la fiscal que deberá conllevar significativos sacrificios para la ciudadanía, y especialmente para los sectores de mayores recursos y por ello de granincidencia en el debate nacional. Como también implicará limitaciones del gasto, de consecuencias políticas para los gobernantes. 

La concertación sobre la tres causales, o excepciones para permitir la interrupción de un embarazo, es también pertinente para superar la división que sobre el particular afecta a los legisladores, al gobierno, a la opinión pública y hasta a las mismas iglesias que proclaman a rajatablas la sanción del aborto en todas las circunstancias, aunque  muchos militantes y creyenteslas aceptan, al igual que varias concepciones religiosas.

Vistas las consideraciones anteriores, y las objeciones de todos conocidas, me permito proponer que se incluyan las tres excepciones a la penalización de la interrupción del aborto en el Código Penal bajo las siguientes condiciones:

1.- Compromiso del gobierno y los legisladores de no favorecer la extensión de la despenalización bajo otras circunstancias.

2.- Que sólo se pueda interrumpir un embarazo antes de doce semanas de la concepción.

3.- Que en cada hospital y clínica se establezca un comité de tres médicos, o de bioética, encabezados por el director del centro, que determine la procedencia de la interrupción en el tiempo y la autorice cuando  se compruebe clínicamente que corra peligro la vida de la madre o que el ser en gestación sea inviable. También cuando haya constancia legal de que el embarazo, fruto de violación o incesto, haya sido previamente denunciado ante la autoridad correspondiente.

            4.- Que el gobierno se comprometa a establecer en cada centro de salud un cartel contentivo del principio del valor de la vida humana desde la concepción.

Ciudadano Juan Bolívar Díaz

Madrid, 22 de agosto del 2021.-

¿Quién pagaría el costo político?

           Por Juan Bolívar Díaz

            Entre legisladores y políticos timoratos prevalece el criterio de que pagarían un costo político  si colocan la República Dominicana junto a los 190 países que han legislado en respaldo a la dignidad de la mujer eliminando la penalización de la interrupción del embarazo cuando peligra la vida de la madre, si el embrión es inviable y si es fruto de violación o incesto. 

Muchos temen caer en desgracia política ante los que se oponen radicalmente a esa reforma, lo que no tiene precedente en ninguno de los países donde se ha aprobado. Como cuando se legalizó el divorcio y el uso de anticonceptivos, a lo que todavía se oponen algunas iglesias. Ese costo tampoco se ha verificado ni donde se ha legalizado por completo el aborto.

            Hace tiempo que aquí se sobreestima el poder  de las iglesias sobre los electores, lo que no ha sido ratificado por los resultados desde las elecciones libres del 1962, cuando gran parte de la jerarquía religiosa dominante hizo campaña contra Juan Bosch, denunciándolo como comunista y ateo. Pero el ilustre escritor ganó la presidencia con el 59%  de los votos.

            Muy reciente están los resultados electorales del año pasado: Faride Raful, que como diputada había defendido firmemente la despenalización por las tres causales, postulada a senadora del DN por el PRM, obtuvo el 52.04% de los votos, aunque candidatos y jerarcas religiosos hicieron campaña contra ella. Mientras los partidos que apostaron al poder eclesiástico y al costo político consiguieron pocos votos, como el PRSC 3.70%, la FNP 0.76% y el PQD quedó en 0.54%.

            Sin duda hay legisladores y políticos que sostienen  por convicción la oposición absoluta al aborto, pero muchos que juegan al oportunismo no solo están equivocados, sino que pagan un costo político, al ser visualizados como farsantes. 

            La renovación del obsoleto código penal dominicano tiene dos décadas paralizado por el temor de muchos legisladores al falso costo político. Ya lo aprobaron alguna vez sin aceptar las tres causales y el presidente Danilo Medina tuvo el valor de no promulgarlo, ratificando la procedencia de las excepciones en la penalización limitada.

            El presidente Lus Abinader recientemente ratificó la resolución de su partido en favor de las tres causales, y las encuestas siguen otorgándole una alta aprobación. Si iba a pagar un costo político, pues ya ocurrió, porque la mayoría de las jerarquías religiosas, no todas, le salieron al frente. 

            En tal circunstancia no hay excusa para que la mayoría congresual del PRM no honre cuanto antes el compromiso contraído, más aún cuando la segunda mayoría, la del PLD, está comprometida con la posición de su líder Danilo Medina en favor de las tres causales. Entre ambas fuerzas reúnen más de dos tercios en las cámaras legislativas. 

            Es claro que juegan al engaña bobos quienes por cobardía o irresponsabilidad propugnan por aprobar el código penal con la penalización absoluta del aborto, dejando para después abordar las tres excepciones en  una “ley especial”. Juegan al engaño quienes proponen evadir toda concesión a la dignidad de la mujer, para proseguir un debate de dos décadas ya carente de objeto y razón. Otra cosa fuera que aprobaran un código sin incluir el tema, para dejar la definición a una ley sobre el particular. Pero aún eso carece de objeto después de tanto debate y a la luz de las encuestas que no dejan dudas sobre la voluntad de la mayoría.

            Si los perremeístas caen en el gancho de la “ley especial”, exponen a su presidente a pagar realmente un costo político, porque o devuelve el código ratificando las tres causales como hizo Danilo Medina, o queda como incoherente y pierde respeto en la mayoría ciudadana, especialmente en los más instruidos. Si ya Luis Abinader arriesgó el costo, que aprueben definitivamente las tres causales, y verán que la vida sigue su agitado curso. Si el PRM no aprovecha la oportunidad, será quien cargue con el costo político, frente a la ciudadanía, no a las jerarquías religiosas.

            Ah! Y si se quiere un ejercicio de sinceridad, que le pregunten a los defensores del embrión aun a costa de la vida de la madre, si enviarían a la cárcel a una hija o nieta de 13-14 años que, traumatizada por una violenta violación, apele a un método abortivo para  librarse de la ignominia. “Me la pusiste difícil” confesó un radical cuando hicimos la prueba en la televisión.-           

Valoremos las Encuestas de Inmigrantes

      Por Juan Bolívar Díaz

            Más allá de la algarabía forjada por prejuicios, animadversión racista o exagerada preocupación nacionalista, alguna vez habrá que implementar una eficaz política inmigratoria que controle el tráfico de personas y liquide la vieja recurrencia al antihaitianismo como recurso polítiquero y para desviar la atención de los problemas nacionales. 

            A propósito de la reciente declaración conjunta de los presidentes de la isla, reiterando los propósitos de buena vecindad y sustento objetivo de las relaciones bilaterales, han vuelto a emerger los prejuicios que se alimentan de una exageración del número de haitianos residentes en el país, sin que se adopten eficientes controles inmigratorios.

            Lo primero a sincerar es la dimensión de la inmigración haitiana actual, que como es frecuente en naciones agobiadas por fuertes flujos migratorios, se exagera y se percibe mayor de lo real. Al comienzo del siglo muchos en Puerto Rico juraban que había allí medio millón de dominicanos, aunque los estudios académicos los estimaban entre 150 mil y 180 mil, que no eran pocos, entre 4 y 5 por ciento de los entonces 3 millones 800 mil borinqueños.

            Nosotros tenemos dos instrumentos de alto valor científico, las Encuestas Nacional de Inmigrantes (ENI) realizadas en el 2012 y 2017 por la Oficina Nacional de Estadística por encargo del Ministerio de Economía Planificación y Desarrollo y con el apoyo técnico y económico de la Unión Europea y del Fondo de Población de las Naciones Unidas. 

            No se trató de una pequeña muestra de 1,200 personas para medir los estados de opinión, y que suele ser suficiente aún en naciones de decenas de millones de habitantes. Es que, por ejemplo, la ENI-2017, abarcó 73 mil 236 hogares, de casi la misma cantidad de lugares del territorio nacional, y que incluyó entrevistas a 223 mil 528 personas, entre las cuales se ubicó a 26 mil 419 de origen extranjero.

            Esta segunda ENI estimó en 570 mil 933 los inmigrantes de diversos países, -46 mil 301 más que la primera, cuando fueron 524 mil 672- con un 87.2  por ciento provenientes de Haití, equivalente a 497 mil 825 personas, que representaban el 4.9 por ciento de la población nacional. En relación a la ENI-2012, los inmigrantes solo aumentaron en 46 mil 300, apenas 0.2 por ciento de la población nacional. Si a los llegados desde el exterior le suman los 277 mil 46 hallados como hijos de extranjeros nacidos en el país durante décadas, entonces el total alcanza a 847 mil 979, el 8.3 por ciento de la población. Pero en ninguna estadística universal los nacidos en un país son considerados inmigrantes.

            Las diferencias entre las dos encuestas son irrelevantes en todas las variantes. Y no es que sean pocos los inmigrantes, son mucho más que los que obviamente requiere el país, pero no el millón y hasta dos millones de personas que algunos grupos alegan. Si aceptaramos la validez de las dos encuestas, tal vez podríamos esforzarnos en reconocer definitivamente los 259 mil 973 que pudieron acogerse al Plan Nacional de Regularización de Extranjeros (PNRE), los cuales representan sólo el 45 por ciento de los inmigrantes registrados en  2017. El 55 por ciento es sujeto de deportación, lo que obviamente no se ha ejecutado.

            Algo que valida las dos ENI y desmiente la persistente afirmación de que los inmigrantes haitianos carecen de documentos, es que en ambas se registra 92.6 y 93.7 por ciento los que dijeron poseer actas de nacimiento de su país, con hasta 60 por ciento cédula de identidad y 29 por ciento pasaporte. Esas cifras quedaron confirmadas en el PNRE donde el 90.1 por ciento de los que pidieron ser regulados, presentaron por lo menos uno de los tres documentos de identidad. 

            Es un craso error seguir creyendo que los haitianos que emigran hoy son los campesinos que venían hace décadas con un macutito a cortar caña, para vivir hacinados en un barracón sin agua, energía ni sanitario. La gran mayoría de los que ahora quieren salir de Haití ya lo primero que procuran es un documento de identidad, y provienen de las ciudades,  

            Es sobre la realidad que algún día tendremos que limitar la inmigración haitiana, eliminando los tráficos en que se sustenta, de ambos lados de la frontera. Tenemos derecho y necesidad de hacerlo, aunque con respeto a la dignidad humana, sin olvidar que cerca de dos millones de dominicanos también emigraron en las últimas 6 décadas y que de ellos vivimos. Porque en diez años nos remesaron 50 mil 315 millones de dólares;  8,219 millones solo el año pasado, equivalentes a unos 476 mil 719 millones de pesos, el 78 por ciento de los 615 mil millones de pesos que sumaron todos los ingresos fiscales del país en el 2020.-

¡Que solos se quedan los muertos!

Por Juan Bolívar Díaz

Al sepultar a mi madre el pasado lunes no podía desprenderme de la memoria aquel poema de Bécquer con su triste estribillo ¡Dios mío, que solos se quedan los muertos!

Cada paletada de cemento para encerrarla en el nicho era como una bofetada en el alma que recordaba cuán endebles, efímeros y leves somos los seres humanos, aun cuando Juana Santana Castillo tuvo la fortuna de vivir casi un siglo. 

Apenas días antes, al comenzar el año, le pedía que sobrellevara con serenidad la vida que le quedaba, ya que cada vez parecía más desinteresada de la existencia. Le recordé que en cinco semanas estaríamos celebrando sus 98 años, lo que era un privilegio, y que pronto veríamos el centenario. Porque conservaba la lucidez y fuerzas físicas. Pero el jueves una aleve embolia la sorprendió para causarle la muerte en dos días. Era tan fuerte y orgulloso que no se dejó tumbar. Caminaba en el pasillo de la casa cuando sintió un mareo y logró sentarse en el piso y pedir auxilio. Poco después perdía el conocimiento para siempre. No sufrió y en el lecho eterno fue impresionante la serenidad de su rostro. 

Pese al vigor físico, emocionalmente se fue cansando, sobre todo después que por la pandemia dejamos de sacarla de la casa. Era tan independiente que nunca quiso vivir “en casa ajena”. Sábado y domingo almorzaba en casa de sus hijos, pero nade podía convencerla de que se quedara el fin de semana. 

Mientras cementaban el nicho fui pasando la película de su vida: Doña Juanita fue la abnegación hecha madre y por el progreso de sus hijos se fue a la ciudad, a costa del divorcio, porque don Juan Díaz no quería abandonar su condición de bodeguero en el batey Alejandro Bass del ingenio Consuelo. Y ella juraba que sus hijos no se iban a criar en un lugar donde la escuela sólo llegaba al segundo curso, en dos tandas con una sola maestra, apenas para alfabetizar. Ella había logrado llegar a la escuela secundaria en Hato Mayor.

Divorciarse y cargar con 4 hijos era palabra mayor comenzando la segunda mitad del siglo pasado. Fue la madre coraje y, aunque era una mujer “blanca y hermosa”, nunca consiguió un segundo esposo que quisiera semejante carga. La ayuda de mi padre no alcanzaba, por lo que ella siempre tuvo que fajarse. 

Fue tremenda emprendedora, después de trabajar en la Oficina Nacional de Estadística, lo que nos llevó a vivir en San Cristóbal, en la oficina local de Agricultura, y como costurera en una fábrica de ropa. Ya en la capital puso una paletera y vendió hielo y helados hechos en casa, luego su propio colmado que sucumbió en la crisis de económica de 1960. Entonces  inventó un expendio de carnes, ayudada ya por sus dos hijos mayores desde sus 13 años mientras iban a la secundaria nocturna.

Aunque no lo pregonaba, se sintió orgullosa de que sus hijos recibieran buena educación y progresaran, bajo su férrea disciplina, inculcándole los valores del trabajo, la honestidad, respeto al prójimo, la libertad y la justicia, aún bajo la tiranía de Trujillo, que  aborreció. Por eso a la campanada libertaria del 1961 estuvo lista para ser, junto a Miledys Sánchez, las secretarias y recepcionistas que en El Conde, frente al parque Colón, abrirían el primer local del Partido Revolucionario Dominicano, con Miolán, Silfa y Castillo.

No asimiló el golpe de Estado del 63, por lo que rehuyó la carrera política, aunque  siempre amiga de Juan Bosch, Peña Gómez, Lucy Silfa, Rafa Gamundi y de otros líderes políticos. Sufriría las persecuciones a sus hijos: primero a Arismendi, dirigente estudiantil y profesional. Roberto, el más joven, con 16 años cayó preso al iniciarse la revolución y ella pasó meses llevándole comida a la cárcel. Después Miriam fue prisionera en La Victoria y a Bolívar le volarían el carro con una bomba y después un intento de asesinato lo exilió.         

Mientras mamá quedaba presa para siempre, pasé la película de su vida y me pregunté  si no pudo ser menos solitaria como mujer. Pero concluí que ella se iba satisfecha y orgullosa de su éxito como madre. Me estremecía impotente y me preguntaba por qué hay tantos seres humanos acaparadores, prepotentes, opresores y criminales, cuando somos tan efímeros, en camino a un estrecho nicho, donde no caben oropeles. Sólo acertaba a decirle adiós mamá, consciente de que todos somos prisioneros de la insondable levedad de la condición humana.

  ¿Vuelve el polvo al polvo? /¿Vuela el alma al cielo? / ¿Todo es sin espíritu/ podredumbre y cieno?/No sé; pero hay algo/que explicar no puedo,/ algo que repugna,/aunque es fuerza hacerlo,/¡a dejar tan tristes,/tan solos los muertos!

(Estrofa final de la Rima LXXIII de Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) 

Fructífera colaboración en la isla

Por Juan Bolívar Díaz

            Los acuerdos alcanzados en la primera reunión entre el presidente Luis Abinader y su contraparte de Haití, Jovenel Moise, comunicados por el canciller Roberto Alvarez, constituyen un paso firme hacia el establecimiento de un marco de intercolaboración llamado a rendir frutos para las dos naciones que comparten la isla de Santo Domingo, por lo que merecen la más positiva ponderación.

            Se requiere un gran apoyo nacional para que el gobierno se enfoque en la dirección de los acuerdos anunciados, y no queden como otra declaración de buenas intenciones, como ha ocurrido en múltiples ocasiones anteriores. Para ello será preciso una firme reactivación de la comisión bilateral reiteradas veces ratificada.

            El Gobierno dominicano se ha comprometido en un cambio substancial de política frente a Haití, convencido de que la inter colaboración en el marco de las relaciones de los dos Estados, es muy conveniente para ambos, porque así como constituimos dos naciones soberanas también estamos atados para compartir un limitado espacio isleño, sin ninguna posibilidad de expansión ni modificación, que no sea por una descomunal catástrofe. 

            Toda la sociedad dominicana, especialmente los llamados a orientar a la ciudadanía, debería dejar atrás el discurso agraviante y el mito absolutamente infundado de la fusión de las dos naciones, porque nadie ha podido aportar una sola fuente seria o responsable de algo tan descabellado. No se conoce un solo documento o propuesta de las naciones o personas a las que frecuentemente se acusa de promoverla.

            Lo que procede es buscar acuerdos beneficiosos para ambas partes, asumir que Haití tiene grandes retrasos económicos, sociales e institucionales, y tratar de ayudar a que los supere, sin estar restregándoselos en los ojos. El progreso haitiano es fundamental para reducir la presión migratoria que es común en todas las fronteras del mundo, de un país menos desarrollado, al vecino. Pero aún si no existiera esa presión, como quiera estaríamos llamados a la política del buen vecino, a la solidaridad humana.

            Como ha dicho el presidente Abinader y ha sido compartido por la generalidad de la opinión pública, no hay solución dominicana para los problemas y retrasos haitianos, pero también que debemos dar ejemplo de intercolaboración para tener la calidad moral de reclamar al resto del mundo la siempre prometida ayuda al desarrollo de la primera nación independiente de América Latina, pionera en la abolición de la esclavitud, digna de mejor suerte. 

            La declaración conjunta es consecuencias de iniciativas dominicanas, que incluyeron una visita del canciller Alvarez a Haití, reciprocada por su homónimo, y el encuentro del fin de semana entre los dos mandatarios, que han consignado “la voluntad de continuar la colaboración en esferas prioritarias de sus respectivos países, intercambiar experiencias, especialmente en estos tiempos de pandemias, y fortalecer la cooperación y las posibles oportunidades de desarrollo”. Siempre en el marco de “respeto a la soberanía que caracterizan las relaciones entre las dos naciones”.

            Los acuerdos anunciados comienzan con la ayuda para que los haitianos en el país que carezcan de documentación puedan acceder al registro civil de Haiti. De hecho esos debieran ser regresados a su país, porque no están amparados por el Registro Nacional de Inmigrantes, del que por eso quedaron excluidos. Incluyen nuevos esfuerzos para “eliminar el flujo migratorio irregular, el tráfico y la trata de personas, el flujo de armas, el narcotráfico y el robo de ganado”. Igual reforzar la seguridad y la vigilancia fronteriza y delimitar la frontera marítima.

Positivo es también el propósito de colaboración en los ámbitos de salud, y promover la ayuda internacional para la construcción de hospitales en Haití, fomentar la producción de productos biodegradables, propiciar interconexiones eléctricas y justos acuerdos comerciales, de alto interés para los exportadores dominicanos.

Despojémonos de prejuicios y demos paso a una etapa constructiva en esta isla. Es lo más conveniente e imperativo para las dos naciones.- 

Código Penal con tres causales

     Por Juan Bolívar Díaz

            Después que el presidente Luis Abinader ratificara coherentemente su respaldo a la despenalización de la interrupción limitada del embarazo materno, como lo propuso su antecesor Danilo Medina hace cinco años, se puede esperar que finalmente el Congreso Nacional acogerá un amplio clamor ciudadano y aprobará el proyecto de actualización del obsoleto código penal dominicano.

            Es obvio que la mayoría de la jerarquía eclesiástica seguirá empecinada en defender una posición que choca con los criterios científicos, de derechos y dignidad humana, como todavía se oponen al uso de anticonceptivos, y en Filipinas también al divorcio, porque para ellos el matrimonio es indisoluble, algo muy respetable para quienes lo creen dogma religioso, pero inaceptable en el ordenamiento social y por los derechos humanos.

            El asunto ya está excesivamente debatido y predomina ampliamente el criterio de que no se puede penalizar a una mujer que decida interrumpir un embarazo en tres causales fundamentales, cuando peligra su propia vida, si es fruto de la violación de su cuerpo y dignidad o de un incesto abominable, y si la ciencia muestra que el ser en gestación carece de posibilidades de vida humana.

            Sólo el empeño en imponer preceptos religiosos a toda la sociedad, puede explicar que todavía una gran parte de las jerarquías religiosas, afortunadamente no todas, insistan en una oposición total a algo que ha sido superado en 191 naciones del mundo, 58 de las cuales permiten el aborto en general. Aparte del Vaticano y Malta, dos estados confesionales, sólo países de débil institucionalidad, como El Salvador, Nicaragua y Honduras, nos acompañan en la prohibición absoluta.

            Por otra parte, la realidad ha demostrado que en general la penalización no se aplica,  aunque en todos los países se realizan decenas de miles de aborto cada año, la mayoría en condiciones de precariedad sanitaria que a menudo acaban con las vidas de las mujeres. La oposición radical es clasista por cuanto es de conocimiento general que  todas las mujeres que disponen de recursos encuentran medios para interrumpir un embarazo en el país o viajando a cualquiera de los 191 donde está por lo menos parcialmente despenalizado. Las de menores recursos tienen que apelar al riesgo de la más precaria clandestinidad.

            El planteamiento del presidente Abinader, en reciente entrevista al diario El País de España, ha sido coherente con lo que había expresado cuando el presidente Danilo Medina propuso las tres excepciones en debate. También con la resolución adoptada por su Partido Revolucionario Moderno el 26 de julio del 2016.

            Así las cosas, visto que las tres causales tienen el respaldo de las dos mayorías del Congreso, debemos esperar que la Comisión que estudia el Código Penal dese hace muchísimos años, proceda a tramitar la despenalización parcial, también respaldada por la mayoría de la población en varias encuestas acreditadas. No hay razón para dilatar más la actualización del Código Penal. Todo con respeto a los que creen que en ningún caso se puede interrumpir un aborto, que siempre tendrán derecho a tratar de persuadir a sus fieles de que corran los riesgos de salud, o acepten el fruto de un incesto o una violación degradantes.  

            Por demás a las jerarquías eclesiásticas les hace falta algún gesto de humildad y respeto a los derechos de toda la sociedad y a la jerarquía del Estado. Fue penoso que  hicieran pública oposición a las últimas limitaciones por la pandemia del Covid 19, dando un pésimo ejemplo al resto de la sociedad que en su mayoría, comprendió que estuvieron impelidas por un rebrote del virus y que trataban de impedir que se agravara en las festividades del año nuevo.

            Como en gran parte del mundo, se dispuso el cierre temporal de las actividades religiosas, bodas y celebraciones, de los restaurantes, bares y colmadones, los parques y el malecón, y que nos recluyéramos en las viviendas hasta del medio día a 5 de la mañana, pero las jerarquías eclesiásticas protestaron y hasta  reclamaron consultadas previas, sólo con ellas desde luego. Oh Dios cuánta falta hace que escuchen, lean y comprueben la humildad y humanidad del Papa Francisco.-  

2021: renovación de la esperanza

Por Juan Bolívar Díaz

            Toda la humanidad debe ser convocada a una renovación de la esperanza, con firmes propósitos de enmiendas, en la aurora del 2021, después de un año terrible que nos deja sumidos en la peor crisis de salubridad, con repercusiones económicas y sociales que aún no podemos predecir en toda su magnitud, pero que requerirá de varios años de esfuerzos infinitos para alanzar la recuperación.

            Las perspectivas lucen más aciagas para países como el nuestro, con marcados atavismos en la salubridad y la asistencia, con una estructura tan desigual y atrapado por el galopante endeudamiento de la última década, en el que se fundó un crecimiento económico con pies de barro. Ya este año, para ofrecer precaria asistencia a cientos de miles de desempleados y amortiguar el galopante empobrecimiento, hubo que incrementar el endeudamiento, y lo mismo se proyecta para el nuevo año, en términos que obligarán a profundas reformas para hacerle frente a partir del 2022. Hay quienes creen que ese nivel de subsidio, ya extendido al primer trimestre, no podrá sostenerse por más tiempo. 

            Es comprensible y hasta ponderable que las autoridades se hayan empeñado en proyectar optimismo para incentivar la reanudación de actividades económicas y nuevas inversiones que contribuyan a paliar el creciente desempleo. Pero lo que nos espera en los próximos meses es ciertamente una ingente tarea de concertación, con los máximos niveles de austeridad, comenzando por el gasto público, pero también el privado en todas sus dimensiones.

            El desafío no es sólo al gobierno central, sino a todas las instituciones del Estado, las autónomas y descentralizadas, donde los gastos de representación, las dietas, los altos salarios y compensaciones alcanzan a menudo niveles de privilegios irritantes. Incluye también a los demás poderes del Estado, especialmente al Legislativo, donde se impone la supresión de barrilitos y cofrecitos clientelistas y de ventajismo político.

            Los dominicanos y dominicanas podemos superarnos, y de hecho en el año que concluye, por encima de la pandemia que nos asola, la sociedad recogió energías suficientes para lograr lo que para muchos parecía imposible, imponer un proceso electoral donde prevaleciera la voluntad popular por encima de la inmensa maquinaria de poder que se había impuesto avasallando las instituciones y reduciendo la calidad de la democracia.

            Al pasar balance no podemos olvidar que una gran proporción de la ciudadanía se movilizó clamando por poner límites a la corrupción y a la impunidad que le ha sido consustancial en dimensiones vergonzantes mostradas en todas las evaluaciones internacionales. A la sociedad dominicana se le arrebató inmensas partidas del erario que debieron contribuir a superar pobreza y generar riqueza colectiva.

            El año termina con una renovación de la esperanza de que es posible un Estado mejor organizado, más transparente y con instituciones que operen por encima de los intereses políticos grupales y de las minorías privilegiadas, para beneficio de toda la sociedad. 

            Pero todos debemos ser conscientes de que la cultura política de la apropiación de lo público está muy arraigada, que tiene incentivos de sectores políticos y privados, y en cualquier momento reaparecerá. Por esa razón hay que seguir avivando la llama de las transformaciones, y mantener la cuerda tensa en defensa de un Ministerio Público independiente y de un sistema judicial que requiere transformaciones. Lo primero a vencer es la impunidad, si queremos poner límites a la corrupción, más difícil de eliminar por completo.

            Recuperemos la vieja consigna de año nuevo, vida nueva, con seres humanos renovados. Urge que todo el mundo asimile la lección que ns ha dado la naturaleza con la pandemia del Covid 19, y se fortalezcan los programas de preservación del medio ambiente y se combata con eficacia y determinación las grandes fuentes de contaminación. 

            Será preciso también que aparezcan nuevos liderazgos internacionales en defensa del planeta y se reactiven las confrontaciones ideológicas, y no las de las armas ni el terror, para generar chispazos que permitan reducir la extrema concentración de la riqueza que amenaza la convivencia humana. Es tarea es más perentoria a la luz de las repercusiones que nos deja la pandemia cuando apenas asoma una esperanza de contención.-    

Nostalgias y saudades en Navidad

                                                                Por Juan Bolívar Díaz

            Esta es, sin la menor duda, la Navidad más penosa de nuestro tiempo, con un virus que ha enfermado a más de 77 millones de personas en el mundo, cobrando la vida de un millón 800 mil y proyectando un inconmensurable océano de pobreza y agravamiento de las exclusiones y precariedades en que sobrevive una alta proporción de la humanidad.

            El coronavirus sigue su arrolladora expansión, cuando con esperanza asoman las vacunas que podrían contenerlo en el próximo año, pero deja una secuela de lecciones y advertencias a una civilización que viene matando la tierra, con gases y deshechos contaminantes que rebasan el suelo y apestan las aguas fluviales y marítimas y a la voracidad por la acumulación y apropiación sin límites ni sensibilidad.

            En  este contexto nos encuentra la Navidad del inolvidable 20-20, que pasará a la historia como la más triste, con gran parte de las diversiones, conciertos, lugares de música, baile, bares cerrados, con deportes sin espectadores presenciales y en muchísimos lugares hasta con restricciones para la movilización y la reunión familiar. Por todas partes se respiran aires de fastidio, porque si algo queda dramáticamente comprobado en esta crisis es que los seres humanos no estamos hechos para el individualismo, el aislamiento y la coerción.

            Esa rebeldía debería sacudir las conciencias de quienes  quieren acaparar los bienes de la tierra, suprimir libertades y atropellar derechos a nombre de ideologías o credos religiosos fundamentalistas y fortalecer la vocación libertaria de hombres y mujeres para romper todas las cadenas que atan a inmensas comunidades.

            El panorama nacional está también altamente  contagiado, con cientos de miles de personas dependiendo de subsidios que no alcanzan ni la mitad del costo de la canasta familiar del quintil más pobre, establecido sobre 17 mil pesos. 

            En estas navidades nos atrapan nostalgias y nos llenamos de saudades, evocando familiares y amigos y el ayer festivo, y soñando un mañana más armónico. Tendremos que contener los impulsos gregarios para evitar el agravamiento de la salubridad general, que el interés general se imponga sobre toda vanidad, exhibicionismo y prepotencia.

Entre las ausencias de esta Navidad están el bullicio de los aeropuertos y la saturación de los espacios de entretenimiento por los cientos de miles de dominicanos que en esta temporada vienen a reencontrarse con los suyos. Porque viven en los continentes pero sobrecargados de nostalgias isleñas, aferrados a los retazos de suelo, ternuras y cultura recibidos del terruño colocado en el mismo trayecto del sol.

Reverenciemos a la diáspora dominicana que pese a las precariedades universales ha remesado este año un promedio mensual de 668 millones de dólares, según las estadísticas del Banco Central, las cuales totalizaron hasta noviembre. 7 mil 347 millones de dólares, proyectándose sobre 8 mil millones al final de este mes, superando en más de 900 millones los 7,087 millones de dólares remitidos en el 2019. El aporte del año sería de 465 mil millones de pesos, cerca de todas las recaudaciones fiscales del período.  El promedio de incremento anual de la década ronda el 10 por ciento, que en la segunda mitad del año, después de dos meses negativos por la parálisis total, ha alcanzado tazas de hasta 36 y 37%, indicativas del valor de las aportes de los visitantes, porque al haberse reducido drásticamente los viajes este año, crecieron los envíos por los canales bancarios.   

Las remesas de la década 2010 aportaron al país 51 mil 315 millones de dólares a través del sistema bancario, y si le adicionamos los que traen personalmente los cientos de miles de residentes en el exterior, se aproximarían a los 60 mil millones de dólares, una cifra que cuestiona seriamente nuestro modelo económico y nos obliga a apreciar mucho más el trabajo de nuestros emigrantes. 

Las circunstancias invitan más que nunca a reencontrarnos  con el auténtico espíritu de la Navidad, que es la solidaridad, la fraternidad y el amor contenidos en la doctrina del más grande los profetas de la humanidad, que dividió la historia y por cuya recuerdo y principios celebramos estas festividades.       

Todos los días contra la corrupción

Por Juan Bolívar Díaz

El Día Internacional contra la Corrupción nos encontró ayer en el mejor momento en décadas de requerimientos sociales y esfuerzos para poner límites a la depredación y la apropiación del patrimonio público que han generado infinidad de riquezas en detrimento de la sociedad, especialmente de los más pobres y excluidos que requieren mucha inversión para mejorar sus condiciones de vida. 

El mérito no es sólo del gobierno que nos rige desde agosto, y de los fiscales que responden a la independencia que se les ha reiterado para sancionar todo abuso de los bienes comunes, sin miramientos políticos o sociales, sino especialmente de la ciudadanía que en los últimos años dio contundentes demostraciones de su hastío e indignación no sólo por la rampante corrupción y por la impunidad que la fomenta.

Durante casi dos décadas la celebración estuvo relegada a las organizaciones sociales, especialmente Participación Ciudadana (PC) que, desde la proclamación de la efeméride mundial, declaró como su prioridad la lucha contra la corrupción y la impunidad e instituyó un reconocimiento anual a las personalidades empeñadas en esa trascendente tarea. Pero anoche se  celebró con un acto en el Palacio Nacional en el cual el Gobierno del presidente Luis Abinader reafirmó su compromiso con la coherencia, la transparencia y el fortalecimiento de los mecanismos institucionales para devolver la confianza de la ciudadanía en las instituciones públicas.

Fue el 31 de octubre de 2003 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas, mediante su Resolución 58/4 decidió que “a fin de aumentar la sensibilización respecto de la corrupción, así como del papel que puede desempeñar la Convención para combatirla y prevenirla, se proclame el 9 de diciembre Día Internacional contra la Corrupción».​

A propósito de la conmemoración de ayer, el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, proclamó que “La corrupción es criminal e inmoral, y representa la máxima traición a la confianza pública. Es aún más perjudicial en tiempos de crisis, como está ocurriendo ahora en el mundo con la pandemia por el COVID-19. La respuesta al virus está creando nuevas oportunidades para explotar la supervisión débil y la transparencia inadecuada, desviando recursos que debían estar destinados a personas que se encuentran en su momento de mayor necesidad.”. Así ocurrió en el país, cuando a nombre del combate a la pandemia se produjeron graves escándalos de corrupción.

El presidente Abinader ha sido coherente con sus planteamientos programáticos, designando personalidades independientes y de méritos acumulados como Miriam German Brito y Yenise Berenice Reynoso al frente de la Procuraduría General de la República, y de Carlos Pimentel para asumir la Dirección General de Contrataciones Públicas, una de las fuentes fundamentales del tráfico de influencia y la corrupción. Y además encargó la Dirección de Etica y Transparencia del Estado a dos símbolos de la honestidad y la lucha por el fortalecimiento institucional, como son la doctora Milagros Ortiz Bosch y el exsacerdote Mario Serrano.

El Ministerio Público se ha bautizado con un expediente de corrupción bastante sustanciado contra diez personas, a las cuales se les debe respetar la presunción de inocencia, pero sin el apañamiento de que se trata de circo o retaliación política, como se aduce siempre fomentando la depredación y la impunidad durante décadas, pese a cientos de denuncias fundamentadas, como ha documentado PC en dos investigaciones.

Estamos sólo en el comienzo, porque todos sabemos que hay escándalos mayores bajo investigación y la sociedad no estará satisfecha hasta que las sanciones no sean excepción, casi siempre con pequeños. Es notable que los actuales gestores públicos están empeñados en cumplir la debida transparencia, pero nadie debe bajar la guardia porque hay una cultura política bastante generalizada de aprovechamiento político y personal de los bienes públicos, y es posible que  algunos estén esperando que baje la marea para aprovechar “su oportunidad”. 

Afortunadamente, el Presidente de la República parece el más consciente de que la barrida electoral de su partido fue consecuencia de la consciencia ciudadana sobre el inconmensurable costo económico, social e institucional de la corrupción que nos ahogaba. Luis Abinader está empeñado en iniciar una nueva historia en la gestión gubernamental, con el aliento de la Marcha Verde, de las ocupaciones de las plazas públicas aquí y por la diáspora dominicana, y de la larga lucha de instituciones sociales, personalidades y comunicadores. ¡Todos los días contra la corrupción!.-             

Jorge Cela y Dionisio Soldevila

Por Juan Bolívar Díaz

¡Caramba querido Jorge! Pero ¿cómo es que te has ido así sin decir adiós? Si hace apenas cuatro sábados en un extenso almuerzo celebramos tu vida, aquí en la que siempre fue tu casa, junto a Adita y nuestro querido José Luis Sáez, con la también grata compañía de Segundo Imbert y Cecilia García, y quedamos de volver a vernos pronto por aquí o en La Habana, donde decidiste vivir tus últimos años. Celebramos que acababas de saber que  era falso el diagnóstico de cáncer que te trajo al país.

Tu partida paralizó a tantos que te queríamos. Alguien quiso consolarnos con ese poema canción de Rubén Blades: “Todos vuelven a la tierra en que nacieron/ Al embrujo incomparable de su sol/ Todos vuelven al rincón de donde salieron/ Donde acaso floreció más de un amor”…

Aunque nació en Cuba hace 79 años, Jorge Cela era más que nada dominicano. Aquí vivió más de la mitad de su existencia, después de culminar sus estudios sacerdotales y una maestría en antropología social en universidades de España y Estados Unidos. Con nosotros se insertó en la Universidad Autónoma a comienzo de los setenta, donde una generación de cientistas sociales se nutriría de su sabiduría, de su profunda interpretación de los fenómenos sociales, de la antropología de la pobreza y la desigualdad, lo que combinaba con la docencia en el Seminario Santo Tomás, en el filosofado de los jesuitas y en el Centro Social Juan Montalvo.

Fue un sacerdote de alma, tiempo, y cuerpo completos, absolutamente coherente con el evangelio de Jesús. Por eso, junto a los también aguerridos jesuitas, Tomás Marrero y Pepe Olmos fundó parroquia en Guachupita y Los Guandules y allí vivieron con los pobres, promoviendo las comunidades eclesiales de base. 

A Cela se le recuerda entre los fundadores de Ciudad Alternativa y del Comité para Defensa de los Derechos Barriales, que no sólo defendieron a los pobres que eran echados de la ciudad, sino que propusieron alternativas respetuosas de la dignidad humana. Estuvo en  iniciativas democráticas, como Foro Ciudadano y  Participación Ciudadana.

Maestro de la antropología y militante del cristianismo, Jorge Cela sufrió incomprensiones y estuvo en la mirilla de poderosos, pero nunca perdió el equilibrio, aferrado a una fe y unos valores que repartía en aliento a su alrededor. Catedrático universitario y al mismo tiempo líder de la barriada que escribía artículos y dictaba conferencia y una vez acuñó la frase “más de lo mismo” refiriéndose a un gobierno que nació con promesas de liberación. 

Su orden lo reconoció en vida. Fue director nacional del proyecto educativo popular Fe y Alegría, del que llegó a ser coordinador internacional, y en el período 2012-17 presidió la Conferencia Provincial de los Jesuitas en América Latina, primero con sede en Brasil y luego en Perú, donde tuve oportunidad de renovar los afectos.

Jorge, nos dicen que te marchaste tranquilamente, el corazón te traicionó y quedaste reclinado en tu asiento. Echaremos de menos tu buen humor y esas carcajadas y el recuerdo de las múltiples veces que me tocaba llevarte a Guachupita tarde de la noche tras largos intercambios de energías creativas, en los ámbitos universitarios, en Los Parlanchines o en nuestra casa. Pero sobre todo nos dejaste tu testimonio sacerdotal que mantiene viva la fe en el ideario de Jesús de Nazaret. 

Otra pérdida sensible de estos días ha sido la del doctor Dionisio Soldevila,  maestro de la medicina, investigador científico, gemialista y ser humano excepcional, comprometido con su tiempo. Fundador director de una revista científica que sustentó por una década. Dedicó gran parte de su vida a la lucha por la superación profesional y las reivindicaciones de los médicos, presidiendo varias veces la Agrupación Médica del Seguro Social y la Asociación Médica Dominicana. 

Nos legó dos notables periodistas María Isabel y Dionisio Soldevila, Además de Armando y le sobrevive su esposa, la doctora María Brea. Lo  recuerdo especialmente por una lección de humanidad cuando llegó a México en 1966 y me dejó dos invidentes víctimas de la guerra, para ser rehabilitados en una institución especializada. A Rafael Acosta y Basilio Alcántara tuve que enseñarles a trasladarse y vivir en la inmensa ciudad y apelar a la solidaridad de la pequeña colonia dominicana para sacarlos los fines de semana. Fue una de mis primeras grandes lecciones, que agradezco al doctor Dionisio Soldevila.-