La infancia y el mundo amenazados

Por Juan Bolívar Díaz

El Informe sobre el Estado Mundial de la Infancia 2005, dado a conocer el jueves por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) es un compendio estadístico del horror, una expresión de los abismos de violencia y exclusión generados por nuestra “civilización”. Las estadísticas hablan por sí mismas: Más de mil millones de niños, niñas y adolescentes de todo el mundo enfrentan una vida de miseria y privaciones debido a la pobreza, los conflictos y enfermedades como el VIH/SIDA; más de la mitad de los niños y niñas del mundo en desarrollo carecen de bienes y servicios básicos; uno de cada 6 niños padece hambre; uno de cada 7 no recibe ningún tipo de atención de salud; uno de cada 5 carece de agua potable; uno de cada 3 no tiene ni letrina.

Más de 640 millones de niños y niñas viven en hogares con suelo de barro o en hacinamiento extremo; más de 300 millones no tienen acceso a la televisión, la radio, el teléfono y el periódico; más de 120 millones no reciben instrucción primaria; 180 millones están atrapados en las peores formas de trabajo infantil.

Cuando se refiere a América Latina y El Caribe, el informe de UNICEF la considera especialmente preocupante, señalándola como “la parte más desigual del planeta”, donde el 20 por ciento afortunado obtiene el 60 por ciento de los bienes generados, mientras el 40 por ciento de los más pobres apenas alcanza el 10 por ciento de los beneficios.

Llama la atención la afirmación de que en esta región la pobreza que afecta a la infancia es desproporcionada en relación a la de los adultos; 56 por ciento de los menores de 19 años son pobres, en tanto que de los adultos sólo el 44 por ciento.

Hay que atribuírselo a la cantidad de niños y niñas abandonados y a los hogares regidos por madres solas.

Es particularmente horrorosa la situación de los indígenas y afrodescendientes, que es la manera con que ahora se llama a los negros rehuyendo el racismo, cuantificados en más de 40 millones y de 150 millones respectivamente, para cerca de un 40 por ciento de la población regional. Son los que sufren mayores niveles de exclusión. El informe estima que 92 de cada 100 descendientes de africanos de América Latina y El Caribe viven por debajo de la línea de pobreza.

Para nosotros lo más relevante es que la situación de la niñez dominicana se sitúa por debajo del promedio latinoamericano y caribeño. Al dar a conocer el informe, el representante local de UNICEF, Tad Palac, indicó que sólo el 57 por ciento de los hogares dominicanos tiene acceso al saneamiento, contra el 75 por ciento prevaleciente en la región; la asistencia a la escuela es en promedio 83 contra 93 en AL y el Caribe. Aquí agregó que “esto es sin hablar de la cuestión de la calidad.

Registra una reducción de la mortalidad infantil, aunque la neonatal no presenta cambios significativos desde 1986; y el nivel de la mortalidad materna no se corresponde con la infraestructura sanitaria ni el índice de desarrollo humano de la nación.

UNICEF denuncia situaciones particularmente graves en el país, como la explotación sexual de niños, niñas y adolescentes y el que millares no disponen ni de de registro de nacimiento, lo que limita su acceso a la educación y otros servicios básicos.

En general, el Informe sobre la niñez en este 2005 es un llamado a la sensibilidad humana y la reflexión, en  un mundo que este mismo año habrá destinado cerca de mil millones de dólares al gasto militar. Sólo 500 mil millones por parte de Estados Unidos. Esas cifras representan mil 360 millones de dólares cada día, 56 millones por hora y casi un millón de dólares por minuto.

Con el agravante de que esas armas generan guerras como la de Irak que multiplican la pobreza y el sufrimiento de los niños. Allí la tasa de mortalidad de menores pasó de 50 por mil en 1990, a 125 por mil 12 años después. Y nadie se atreve a cuantificar la proporción después de la ocupación militar iniciada el año pasado.

El Informe de UNICEF resalta que 55 de los 59 conflictos registrados en el mundo desde 1990 no han sido internacionales, sino dentro de un mismo país, y que la mitad de los 3.6 millones de muertos han sido niños y adolescentes.

Cuando se leen las estadísticas y situaciones recogidas en este informe, el horror se hace presente y se recuerda la canción emblemática del poeta  Raymond, un fenómeno catalán-español de los años sesenta y setenta, titulada Digamos No. Yo digo no, digamos no, nosotros no somos de ese mundo.