Aquellos tiempos del liceo nocturno

Por Juan Bolívar Díaz
http://hoy.com.do/image/article/500/460x390/0/AF1759B5-0F2E-4861-A8BA-5E9921DF4B22.jpeg

Nunca había sentido tanta nostalgia por aquellos años en que recibíamos la educación secundaria en el Liceo Eugenio María de Hostos, que entonces era el único que en Santo Domingo ofrecía una alternativa a los muchachos y jóvenes pobres para que siguieran el proceso educativo en las noches, ya que las precariedades familiares los obligaban a trabajar durante el día.

Ignoro si en Santiago o en alguna otra ciudad ya los trabajadores tenían derecho a completar la formación secundaria, pero aquí en la calle Juan Isidro Pérez, entre Duarte y Hostos, donde durante el día operaba el Liceo Intermedio Argentina, seguía la fiesta educativa de 6 a 10 de la noche. Y éramos más de medio centenar los privilegiados que disfrutábamos de aquella oportunidad. La mayoría bajábamos  de “la parte alta” de la ciudad, caminando a pies desde el barrio “Mejoramiento Social”, a veces con mi hermano Arismendi, pero casi siempre con mi inolvidable enllave Ismael Cotes Morales.

Por el rendimiento que han tenido muchos de sus alumnos en la sociedad no parece que la educación del Hostos fuera deficiente. En realidad rendían las cuatro horas y parece que los matriculados eran conscientes de que tenían que fajarse para igualarse con los de los liceos diurnos que impartían entre cinco y seis horas diarias.

Pero es que además teníamos un cuerpo profesoral de primera categoría, donde resaltaban Ivelisse Prats Ramírez (de las más críticas, a pesar de su padre) Darío Solano y Juanita Gómez, José del Carmen Ramírez, Octavio Ramírez Duval, Dolores Jiménez, Francisco Méndez, Delfina Pérez, Guarín Pérez, Pedro Flores, Trigo Fondeur, José Calasanz, Villalona  y José Miguel Vendrel, entre otros.

Corrían los finales de los cincuenta y el país era sacudido por la masiva inmolación de los héroes de Maimón, Estero Hondo y Constanza,  la cual repercutió en nuestro liceo a pesar de que hasta militares y policías eran parte del alumnado. Desde antes de la gesta corrían en los pasillos y aulas referencias libertarias como las de Hostos, José Ingenieros, Pablo Neruda y hasta Miguel Hernández diciéndonos desde su apresurada tumba que para la libertad sangro, lucho y pervivo.

La fiebre antitrujillista que se incubaba en el liceo se convirtió en festival cuando a mediados de 1960 los López Molina y un puñado de intrépidos se atrevieron a montar el local, con altoparlantes incluidos, del Movimiento Popular Dominicano al lado del Cine Max en la Duarte, con el Jefe vivito y coleando. Aquella provocación estaba a sólo cuatro cuadras del liceo, hasta donde a veces llegaban los gritos de “1961: año de la libertad o de la muerte”.

Nunca la Librería De la Rosa, en la acera de enfrente del MPD, había tenido tanta clientela. Gastábamos tiempo “hojeando” libros, como recurso para disimular el frenesí con que recibíamos los mensajes libertarios. Llegamos a sabernos de memoria los títulos y el orden de los libros de aquel templo difusor de sabiduría.

Algunos de nuestros profesores fueron de los primeros que dieron pasos al frente y el liceo hizo aportes a las luchas libertarias de aquel glorioso 1961. Aunque, lo recordamos con tristeza, tuvimos el destape del profesor Jerez Cruz, quien impactó en la muchachada cuando apareció entre los dirigentes del MPD para luego causar tremenda decepción cuando se supo que había sido un infiltrado calié trujillista.

Las memorias del Hostos revolotean en mi cabeza desde que escuché recientemente que se contempla cerrar los liceos nocturnos porque sólo logran impartir un promedio de hora y media de docencia por día, a causa de los apagones. Entre las alternativas se baraja que comiencen en las tardes o hacerlos semi presenciales sábado y domingo.

De alguna manera hay que salvar la educación nocturna que hoy se imparte en 183 locales de todo el país, con 197 mil 885 alumnos, según las estadísticas del Ministerio de Educación, aunque tengamos que comprar una planta eléctrica para cada uno. ¡Oh Dos! Más de medio siglo después que anotamos tantas carreras en el inolvidable liceo nocturno Eugenio María de Hostos y en pleno gobierno de la postmodernidad, de la sociedad del  conocimiento y de la superación de la brecha digital. Definitivamente “hoy me habitan distancias y caminos.”